28 julio 2011

Porque toda nuestra vida hemos esperado por este momento...

En nuestro colegio, en un intento de que todos nos identifiquemos con la institución -y la promoción- dejan que todo aquel que quiera escriba su propio discurso de graduación, y eligen el mejor. Limón y yo escribimos esto hace ya varias semanas, juntas, cosa que creo que no le gustó mucho a los directivos, jajaja. Nuestro plan era leerlo juntas, pero resulta que eso no estaba permitido, y tuvimos que decidir cual de las dos lo haría. También resultó que nada más podía levantarse la que lo fuera a leer, así que no había manera de decirle a la gente que las dos lo habíamos escrito.
Nuestro discurso no ganó, pero, como fue el segundo mejor, nos dijeron para leerlo en la misa. Yo lo leí, y Limón se aseguró de mortificarme TODA la semana para que no se me olvidara practicar (No fuera a hacer una burrada allí frente a todo el mundo, jajaja)

Ella sabe que la amo <3

Estaba un 99,99% segura de que iba a romper a llorar allí frente a todo el mundo, pero al final, resultó que no fue así, por mucho que llorara cuando lo leí en mi casa... (Imagínense, el drama corre por mis venas como el refresco y el chocolate derretido por las de KyokoD). La cosa salió bien (creo) y, como de verdad me gustó como nos quedó, me pareció buena idea subirlo aquí :D
P.D: Disculpa si en algún momento pensaste que quería llevarme todo el crédito, el discurso es de las dos, y de haberlo hecho por separado, no nos habría quedado tan bien como quedó.


Sin más preámbulos, el discurso...




Todos, al menos una vez, nos imaginamos cómo sería este momento: El momento en que dejaríamos atrás el uniforme del colegio (del que tanto nos quejamos algunas veces), olvidaríamos los libros que tanto peso nos hacían en el bolso, y contaríamos los segundos hasta que llegara el último timbre, que veníamos esperando desde que usábamos camisas blancas y veíamos a alumnos mayores gritar “¡Nos graduamos!”. Todos queríamos compartir esa emoción y no podíamos aguantar a estar en el tan esperado último año, dónde le daríamos un último vistazo al colegio, antes de decir adiós, con nuestro diploma en la mano.
Pero ninguno de nosotros pensó que ese momento podía estar tan cerca. Y estando aquí, a sólo unas horas de finalizar esta etapa de nuestras vidas, usando por última vez nuestro uniforme, es que nos damos cuenta que ya estamos aquí, a punto de comenzar un nuevo camino que desconocemos totalmente. A punto de pasar la página, y comenzar otro capítulo en nuestra historia, con personajes distintos y experiencias nuevas, completamente impredecibles.
Esta nueva etapa nos toca vivirla solos, porque se acabaron los días en que nuestros padres nos despertarían en las mañanas, nos acompañarían hasta el colegio y estarían pendientes de que hiciéramos todos nuestros deberes. Los días en que teníamos profesores que nos recordaban a cada minuto lo que teníamos que hacer y cómo hacerlo. A partir de ahora tendremos que valernos de nosotros mismos, tomaremos nuestras propias decisiones, cometeremos nuestros propios errores, y sólo nosotros podremos responder por ellos.
De niños, nuestra mayor aspiración (después de ser princesas, superhéroes, presidentes, cantantes y actores) era graduarnos del colegio. Veíamos a los alumnos de quinto año con admiración, y queríamos llegar tan lejos como ellos. Cuando al fin llegamos, no cabíamos en nosotros de la emoción. Otros ni siquiera lo asimilamos, pero nos sentíamos tan grandes, tan maduros, tan adultos; y no es hasta ahora que nos damos cuenta que seguimos siendo los mismos niños que se peleaban por llegar de primeros en una carrera, los mismos niños que querían ser superhéroes y cambiar el mundo, los mismos niños que jugaban al escondite en el recreo y se llenaban de arena y barro sin siquiera preocuparse porque eran nuestras pobres madres las que tenían que lavar la ropa.
Estando aquí, siendo lo que nosotros de niños aspirábamos ser, es que nos damos cuenta de lo pequeños que somos, que a pesar de que alcanzamos una meta, nos hemos propuesto otras en el camino, y hemos terminado esta etapa, sólo para caer en cuenta que todavía nos queda mucho por recorrer.
Hoy, todos tenemos sueños diferentes que queremos cumplir. Nos separamos, y emprendemos cada uno nuestro propio camino. Ahora, los niños que una vez quisieron ser grandes, les toca enfrentarse al mundo real, y poner en práctica todas las cosas que aprendimos en nuestro recorrido.
Pero jamás debemos olvidar que todos y cada uno de nosotros fuimos, y siempre seremos parte de la promoción cuarenta y cuatro del colegio Nuestra señora de Fátima. Juntos compartimos muchas experiencias. Algunas nos hicieron reír, otras llorar, y otras incluso gritar. Estas experiencias, que poco a poco fueron formando lo que somos hoy, seguirán con nosotros para toda la vida.
No pasemos por alto que estuvimos aquí, no le restemos importancia; ya que la vida no está hecha de casualidades, y todo ocurre por una razón, aunque tal vez nunca sepamos cuál es. Porque entre tantos países, entre tantas épocas, entre tantos colegios y entre tantas personas, llegamos todos a un mismo lugar, y compartimos un mismo salón de clase. Juntos luchamos por los mismos fines, y, a pesar de que teníamos nuestras diferencias, supimos superarlas para ser una sola promoción y gracias a esto es que llegamos a este momento.
Al momento de agradecer, son muchos los que deben ser mencionados. Primero que nada, queremos agradecer a Dios, por habernos dado la vida, y permitirnos llegar hasta aquí, por habernos permitido compartir juntos esta etapa de nuestra vida, y por todos los recuerdos y las vivencias que ahora forman parte de nuestra memoria.
Y no podemos irnos sin mencionar a todas las personas con las que nos hemos topado en todos estos años. Gracias a todos los directivos y profesores, desde preescolar hasta quinto año, por su infinita paciencia, y porque siempre quisieron sembrar en nosotros las ganas de aprender. Gracias a todos aquellos profesores que no sólo fueron profesores, sino amigos. Profesores como la profesora Maribel Castro, el profesor Gerardo Canadell, la profesora Yacorina Albornoz, y la profesora Johanna Quintero, que aunque no estuvo con nosotros en estos últimos años, siempre la recordaremos con mucho cariño. Gracias por darnos su apoyo cada vez que lo necesitábamos, gracias por defendernos ante cualquier problema que se nos presentara, gracias por nunca rendirse y por creer en nosotros, por no sólo formarnos académicamente, sino también en valores, y darnos las herramientas que nos servirán en cada etapa de nuestra vida.
Gracias Colegio Nuestra Señora de Fátima, por acogernos con gran cariño durante todos estos años, por ser nuestro segundo hogar y nuestra segunda familia.
Gracias a nuestros padres, por estar con nosotros en todo momento, por ser nuestros primeros maestros, por levantarnos cada vez que tropezábamos, por enseñarnos a creer, a soñar, y que podíamos ser todo lo que quisiéramos ser. A nuestros amigos y compañeros, por llenar de hermosos recuerdos todos nuestros años escolares, por hacernos reír cuando estábamos tristes, y porque las cosas que hemos vivido juntos jamás las olvidaremos.
Para terminar, queremos recordarles que no dejen nunca de creer. La vida es impredecible, y quizás en un futuro nuestros planes cambien, nuestros sueños sean otros y nuestras metas parezcan inalcanzables. Quizás, ahora que nos enfrentamos a un destino desconocido, nos sintamos confundidos y asustados. Pero siempre debemos luchar por lo que queremos.
“Dios concede la victoria a la constancia.” dijo Bolívar, y la constancia, la fe y la perseverancia son virtudes que debemos mantener. No dejemos de creer nunca en nosotros mismos, y seamos siempre los niños que soñaban con ser astronautas, poetas y bomberos, y creían con todas sus fuerzas que podían llegar a serlo.
Triunfar es no dejar las cosas a la suerte, sino luchar por el éxito, y ahora llegó nuestro turno, nuestro momento de luchar por lo que queremos, de ponernos en marcha, y ser el cambio que queremos en el mundo, para que así, como dijo una vez Mark Twain, “cumplamos la tarea de vivir, de tal modo que, cuando muramos, incluso el de la funeraria lo sienta.”






Contando las horas para su graduación, se despide...




S.C. (co-bloggeando con KyokoD y Limón)



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