06 septiembre 2012

A wordless writer

Hay momentos incómodos en la vida en que te quedas sin palabras.
Sé que eso ya lo dije, pero es que me frustra lo increíblemente fácil que me resulta escribir aquí, en el teclado, y el desastre analfabeto y tartamudeante que me vuelvo cuando se trata de un asunto serio.
Por eso digo que los escritores no nacimos para hablar. Ni siquiera sé si nacimos para escribir con efecto inmediato, tengo diez minutos con la página del blog abierta y lo que llevo son cuatro líneas.
En fin, están esos momentos vergonzosos de la vida que vale la pena ser escritos aquí, y están los otros en los que simplemente hay que escribirlos a ver si a uno se le pasa la pena.
...Todavía no sé cual de los dos es este, pero me está ayudando esto de escribir, así que voy a seguir con ello.
Soy un asco en las relaciones, y no hablo de parejas románticas, hablo simplemente de esas relaciones con otros seres vivos a las que todo el mundo está acostumbrado, todo el mundo sabe que decir, como actuar, que esperar... Y del otro lado estoy yo, la inadaptada social que ni siquiera puede jactarse de tener una inteligencia superior a la promedio. Soy mi propio personaje, recluído en mi bosque fantasma...
Y la cosa es que soy feliz así. Me gusta, así la espontaneidad no sea lo mío, y más sean las veces que termine haciendo el ridículo. Así mi timidez sea aplastante y tenga que apretar corazones de goma durante las exposiciones para que no se me vea el temblor de las manos...
Disfruto mi propio desastre, lo cual supongo que es lo que cuenta.
Pero... Por una vez. UNA. Me gustaría no pensar todas las cosas 12340987134 de veces antes de tomar una decisión, que, para el colmo, siempre resulta siendo lo primero que había pensado.
Así que vivan esos momentos sin palabras, y viva sentirse como una idiota.
Habiendo gastado demasiado tiempo (tanto suyo, como mío),  se va a repasar anatomía,
 
S.C., Una escritora sin palabras. 
(co-bloggeando con KyokoD y Limón) 
 

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