25 mayo 2017

Momentos de nostalgia

"Algún día serás lo suficientemente viejo como para leer cuentos de hadas otra vez. "
C.S. Lewis


¿Quién no ha querido volver a ser niño? Volver a pasar el día viendo televisión y comiendo dulces, volver a los tiempos de juegos, idas al parque y pintar con los dedos, volver a ver el mundo con ojos llenos de ilusión, como si todo fuera mágico, todo especial. Creer en hadas, y en Santa, y en un ratón de apellido latino que se escabullía entre las almohadas para dejar monedas.
Era más fácil cuando el mundo era más pequeño, y nosotros sabíamos mucho menos.
O quizás... Quizás sabíamos más. ¿Sabrán los niños algo que no sabemos, un secreto mágico-místico que olvidamos al crecer, cuando nuestras vidas se llenan de preocupaciones y el mundo se hace demasiado grande, cuando los juegos se quedan cortos y comenzamos a entender otras cosas?
O al menos, creemos entenderlas. 
A veces me gustaría recordar ese secreto. Me gustaría ver las cosas como las vi aquella primera vez, y soñar con ríos de chocolate y estrellas de caramelo. Me gustaría no pensar en peligros y en problemas, y en todo lo que podría salir mal. Me gustaría creer que hay hadas volando afuera de mi ventana, y que las flores cantan, como en Alicia en el país de las maravillas. Me gustaría creer que escondida entre las estrellas se encuentra la isla de Nunca Jamás.
Me gustaría ser demasiado joven para entender, o quizás, ser lo suficientemente joven como para entenderlo todo.
Dicen, sin embargo. Que nunca dejamos de ser niños. Que en el fondo, incluso el más sabio de los adultos es sólo un niño, explorando el mundo, comprendiendo más y más cada día, soñando con tierras de fantasía donde los juegos nunca terminan y todo está bien.
Quizás, mientras más sabios somos, más niños nos volvemos. 
Cuando dejamos atrás los formalismos, cuando vamos más allá de lo políticamente correcto, y vemos la vida por encima de las complicaciones innecesarias de la adultez. ¿Qué nos hacía estar equivocados entonces, era sólo por comprender lo simple de las cosas, acaso? ¿No era entonces cuando nuestros padres sonrían afectuosamente y decían "Eres demasiado pequeño, te lo explicaré cuando seas grande" y nosotros simplemente no podíamos esperar?
Aren't we?
Y ahora somos grandes, y fingimos que entendemos. Fingimos que todo tiene sentido, cuando realmente no lo tiene. Fingimos que Alicia en el país de las maravillas no es más que un cuento, que nuestro mundo tiene pies y cabeza. Nos vanagloriamos de tener todos los pies bien puestos sobre la tierra.

Quizás, haciéndolo, nos complicamos demasiado la vida, creando normas y predicamentos que, a la larga, aprendemos no sirvieron de nada. Dejamos atrás los sueños infantiles, creyéndonos maduros, y luego nos arrepentimos de habernos dejado a nosotros atrás también. De que la persona que nos hemos convertido, seria, madura, independiente, no es más que un niño pequeño, muy en el fondo, diciéndose una y otra vez "Soy grande ahora, mírenme... ¿Por qué aún no comprendo? ¿Por qué ahora todo es más difícil?"
Y nos arrepentimos de haber olvidado aquello que creímos no importaba, y que resultó ser lo más importante. 
Quizás, todos deberíamos volver a soñar, ver el mundo como debería ser, como dice la cita de este blog, como queremos que sea, como nos de la gana. Quizás seríamos más sabios entonces, más felices. Quizás terminarían todos nuestros prejuicios y nuestros problemas. ¿No entienden los niños siempre que todos somos iguales, que la solución adecuada no es sino la más simple? El mundo es grande, sí, pero ¿eso a quién le importa, siempre que haya cuentos que leer, aventuras que vivir, juegos que jugar?
Quizás... Estoy soñando demasiado, quizás es imposible. Después de todo, como decía Oscar Wilde, "no soy lo suficientemente joven para saberlo todo."



Sin más nada que decir, se despide,
S.C.




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