27 diciembre 2010

One hell of a story!

Para comenzar, he aquí una historia en la que hemos estado trabajando desde hace ya...¿una semana? ni idea, y que comenzó como una conversación de msn en un momento de aburrimiento.
El título: One hell of a story! (¿por qué en inglés? porque no nos gustó como sonaba la traducción)
De que trata: Pues, lo sabremos cuando la terminemos xD
Nota: Para mantener el misterio (??), dejaremos que el lector decida por su cuenta cual autora aporta el toque ramdom (??) y cual autora el toque dramático (chanchanchan) , es decir que no señalaremos quien escribió cual parte y así...se los dejamos a su imaginación ;)
KyokoD promete una galleta al que adivine quien escribió que parte :D
Ahora, sin más preámbulos....

Capítulo I:

Había una vez, hace mucho tiempo, en un reino muy, MUY lejano, un niño llamado Jack, que quería ser caballero. ¿El problema? No era rico, ni noble, ni nada por el estilo. Solo un pobre campesino.
Pasaba todos los días de la misma forma: Ayudaba a sus padres con el negocio familiar (dícese, la ganadería, con todo y que era alérgico al excremento de los animales), comía, daba una vuelta por el pueblo, volvía a su casa a seguir ayudando a sus padres, volvía a comer, tenía dos horas para hacer cualquier cosa que le apeteciera, y dormía. O al menos eso trataba, pero pasaba casi toda la noche mirando al techo en espera de alguna señal, cualquier clase de mensaje divino/mágico/satánico/cualquier-cosa-mística que le mostrase lo que debía hacer o, al menos, le diera una pista.
Me gustaría decir que nuestro joven, hijo de ganadero, fue capaz de volverse caballero con nada más que su gran corazón y su perseverancia, pero ya estamos algo grandes para los cuentos de hadas ¿No les parece? Aún así, les puedo garantizar que este cuento tiene su final feliz, así no sea un cuento de hadas.
Así pasó el tiempo y Jack creció, haciendo lo mismo de todos los días. Así, una y otra vez, hasta que un día... Así, sin razón aparente, escuchó un barullo insufrible fuera de su casa. Estaba acostado en su cama, como siempre, viendo el techo, como siempre, en espera de una señal divina, como siempre, pero como no la consiguió, como siempre, trató de dormir, como siempre. Sólo que esa vez, el ruido hizo que se despertara cuando por fin había conciliado el sueño. Aunque molesto por la interrupción, no pudo evitar sorprenderse al ver (o más bien oír) un cambio en su rutina gracias al ruido, por lo que rápidamente se levantó y se asomó por la ventana en busca del culpable.
Al asomarse por la ventana, se encontró con nada más y nada menos que...Unos treinta caballos blancos. Pero lo interesante no eran los caballos, sino los hombres que estaban montados sobre ellos. Todos eran altos, musculosos, con la piel curtida por el sol, y vestían armaduras. Si, armaduras. Diez de ellos, sin embargo, eran más delgados, y vestían la ropa más extraña y colorida jamás imaginable. Uno de los hombres vestidos con ropa colorida saco una trompeta, y comenzó a tocar. Los demás hicieron lo mismo.
-¡Jack Sinapellido! -llamó el hombre que había tocado la trompeta primero. Jack, movido por la curiosidad, salió a ver de qué se trataba.
-Soy yo- dijo torpemente el muchacho. Uno de los caballeros se apeó del caballo e hizo una reverencia.
-El rey desea verte.
Sobra decir que el pobre muchacho estaba más que nervioso. Sinceramente, dudaba que esa fuese la señal divina que tanto estaba esperando; al contrario, estaba preguntándose qué era lo que había hecho para que el rey lo estuviese llamando. ¿Habría llegado en mal estado algún pedido al castillo? ¿Quizás su madre se había agarrado a golpes de nuevo con las mercaderes de la ciudad? Fuera lo que fuese tenía que apresurarse, porque las caras de póker de los soldados, si bien no expresaban ningún tipo de emoción, se veían lo suficientemente amenazantes como para temer lo que pasaría si llegaba a tardarse mucho. En cualquier otro caso habría tomado su tiempo para arreglarse de forma mas o menos presentable, pero con el apuro que cargaba sólo le dio tiempo de agarrar lo primero que vio en su guardarropa (que vale que no había tiempo, pero tampoco podía presentarse en la Sala del Trono en pijama), cepillarse los dientes y arreglar a medias su cabello. Cinco minutos después abrió la puerta de su casa, con una sonrisa nerviosa en su rostro.
-Vale, ya podemos irnos.
-Ya era hora, niño - terció uno de los soldados- nos iban a salir raíces.
Y así Jack, junto con los soldados y la caravana del rey, fue con este a su castillo.
El castillo del rey estaba a dos días de la casa de Jack, que vivía en la cabaña más pequeña y más alejada del pueblo. Jack contempló el enorme castillo de piedra preguntándose cuál sería su destino, pero sin poder evitar sentirse emocionado: Nunca había visto el castillo del rey, nunca había conocido a un caballero, nunca había estado ni cerca de un caballo real, al menos que los caballos viejos, enfermos y sucios de su pueblo contaran. Iba a ver al rey, y estaba más cerca de su sueño de lo que había estado nunca.
-Arréglate, muchacho- dijo el caballero a su lado (el único que había hablado con él)- No querrás presentarte ante Su Majestad así de despeinado.
Jack se arregló lo mejor que pudo, y nerviosamente, fue con los demás caballeros hasta el salón real. La caravana toco sus trompetas, y el juglar anunció su llegada.
-Mi señor, lo hemos traído.
Eran un montón de escaleras hasta el trono lo que le separaba del soberano de su reino. Escuchó desde la cima de esas escaleras la gruesa voz del hombre, que hizo que temblara de miedo:
-¡Ya era hora, he estado a punto de llamar a otra persona!
Y, seguido por los guardias reales, el rey empezó a bajar las escaleras, hasta que finalmente llegó frente al joven. Y aunque al principio nuestro querido protagonista estaba muerto del miedo, pensando que el mandamás del reino le cortaría la cabeza con un hacha que le doblaba en tamaño por un error que ni siquiera conocía; ahora que lo veía de cerca, podía decretar que era el ser menos intimidante del reino: bajito, canoso, rechoncho, de nariz grande y aspeto bonachón. Quizás lo único que aún le resultaba intimidante era su voz.
-¿Jack Sinapellido? -preguntó, sólo para cerciorarse de que sus soldados no habían metido la pata.
-Sí... -Dudó que título sería el más adecuado en ese caso-... Su Alteza -eligió finalmente.
-Dime, muchacho, ¿sabes porqué estás aquí?
-No realmente... -uno de los caballeros junto a él le dio un codazo-... Su alteza.
El rey rió, lo que lo hizo parecer más un papá Noel con una corona, que un rey. Sin embargo, había algo en él que inspiraba respeto, quizás el hecho de que con una sola palabra podía mandar a ejecutar a todo el mundo allí presente....Mejor volvemos a la historia.
-Estás aquí porque es tu destino, muchacho.
Jack sabía que debía mantener una conducta respetuosa frente al rey, pero, después de lo que este había dicho, no pudo más que mirarlo fijamente, completamente desconcertado.
-¿Mi destino, Majestad?
-Sí, tu destino. Te hemos estado esperando desde hace mucho tiempo, Jack.
Jack no entendía nada ¿Sería todo esto una broma? ¿Y si así era como se divertía el rey?
-No comprendo, Majestad.
-Obviamente, Jack, aún no te he contado la historia- dicho esto, el rey se volteó hacia uno de sus criados- ¡Windergberk!
El aludido hizo una reverencia.
-¿Majestad?
-¡Busca a la cocinera, dile que tenga todo listo! -ordenó amablemente.
-Sí, majestad.
El criado se fue.
-Vamos a dar una vuelta, mientras la cena está lista ¿Te parece, Jack?
"Desconcertado" era poco para describir como Jack se sentía en esos momentos. Se limitó a asentir mientras empezaba a caminar al lado del rey, siendo seguido de lejos por dos caballeros reales. Tras algo de caminata (muy silenciosa, cabe agregar) llegaron a los jardines del castillo, donde por fin empezó la conversación:
-¿No se te ocurre algo sobre tu destino? -preguntó de improviso, demasiado de improviso para el muchacho.
-Eh... -busco en su autodenominado Archivo de Posibles Destinos Heroicos- ¿Debo salvar a la princesa de un dragón maligno invocado por un brujo malvado?
-No tengo hijas, muchacho -contestó el rey con simpleza-, sólo tres hijos.
-Eh, bueno, entonces... Quizás ir a otro reino para evitar la guerra que se desatará por...
-No tenemos alertas de guerra -cortó el hombre antes de que Jack continuara.
-Buscar a una hada mágica para que nos diga el futuro de la nación y...
-Las hadas no ven el futuro -recordó, con tranquilidad. Los caballeros que hacían de guardaespaldas del rey aguantaban las ganas de darle un zape al joven por su ineptitud, pero el soberano hacía gala de su enorme paciencia escuchando y negando cada una de las ideas del chico.
-La verdad es que no se me ocurre nada más, Su Alteza.
-Sí, lo supuse -comentó.
-Esto no es un cuento de hadas, Jack- comentó el rey, riendo alegremente- Me temo que tendrás que pensar un poco más si quieres descubrir que haces aquí.
Jack se devanó los sesos tratando de adivinar cual demonios sería su destino, caminó en círculos, una y otra vez (el rey y los dos guardaespaldas hicieron soberanos esfuerzos para contener la risa, pero Jack los ignoró, esto era más importante que hacer el ridículo ¡Era su destino, por Dios!)
Piensa, Jack, piensa se dijo el muchacho. Pero al final, no logró dar con una explicación lógica para su situación actual.
-Majestad, perdone mi ignorancia, pero no lo sé.
El rey sonrió.
-Es más sabio el hombre que admite su ignorancia, que el hombre que vive en la mentira de su falsa sabiduría- dijo el rey, con tono grave. Jack asintió con la cabeza- Jack...-el monarca hizo una pausa, y Jack pudo sentir los latidos desenfrenados de su corazón taladrándole la cabeza- eres mi hijo.
El joven se quedó allí, boquiabierto, incapaz de creer lo que acababa de escuchar.
Diez segundos después, cayó de rodillas al suelo, quedando a la altura de su "padre", que lo miraba con una enorme, ENORME sonrisa. Ni hablar de los caballeros, que habían tenido que irse de allí para no arruinar la escena con sus carcajadas.
-¿Está hablando en serio? -preguntó luego de un minuto de silencio sepulcral, adornado por las risas lejanas de los soldados.
-Busca la respuesta en tu interior y la encontrarás -respondió con tono místico en su voz.
-Esto no es un cuento de hadas, Su Majestad. -repitió lo que el monarca había dicho anteriormente.
-No necesitas estar en un cuento de hadas para buscar respuestas en tu interior -hizo notar el hombre.
No sabía cual sería la reacción del rey si llegaba a decirle que no le creía en lo absoluto, así que prefirió dejar a su interior tranquilo y fingir que sí le creía.
-Pero Majestad -aunque fingiera que le creía, no iba a llamarlo "Padre" sin estar completamente seguro-, no entiendo que tiene esto que ver con mi destino.
-¿Que tiene que ver? -exclamó el monarca- ¡Hijo mío, eso lo cambia todo!
Jack arqueó las cejas. El rey prosiguió con su relato:
-Hijo mío, te he estado buscando por dieciséis años, no tienes idea lo feliz que estoy de haberte encontrado.
-Pero, Majestad, no comprendo... Si soy su hijo, ¿Por qué...por qué yo...por qué no vivo aquí? -extendió los brazos, abarcando el castillo entero.
-Es una larga y terrible historia, hijo mío. Pero lo importante es que al fin estás en casa. Hoy es tu banquete de bienvenida, y mañana tomarás tu lugar, junto a tus hermanos, como rey de Schrodinger.
-Creí que era Hazelland...
-Lo que sea.
Jack miró al rey, con ojos como platos, aún incapaz de creer lo que estaba pasando ¿Qué se había quedado dormido en el camino y estaba teniendo alucinaciones?
O quizás...quizás nunca dejó la cabaña en realidad. Sí, todo esto no era más que un terrible sueño, una burla de su subconsciente a sus deseos incontenibles de algo más, de aventuras y grandes hazañas.
Y ahora que estaba tan cerca de cumplir sus sueños, aunque sea en un sueño, sintió como una nube de tristeza se posaba sobre su cabeza. Comprendió que había sido un tonto al soñar. Que nunca lograría ser nada más que un granjero, y maldijo a su subconsciente por jugarle una broma tan pesada.
El joven se pellizco el brazo con todas sus fuerzas, y se mordió la lengua para contener un grito. El monarca lo miró, alarmado.
-¿Te pasa algo, Jack?
-¿Por qué demonios no me despierto? -exclamó el aludido, tan desesperado por despertarse que se le salió un improperio ¡Delante del mismo rey!
-¿Despertarte? Hijo mío ¿De qué estás hablando? ¡Pero si estás completamente despierto!
-¿Ah sí? -Jack parpadeó, sorprendido, y su depresión dio lugar a la rabia- En ese caso ¿Quien te crees que eres para abandonarme? ¿Ah? ¿Por qué no me buscaste antes? ¿Por qué me dejaste pasar toda mi vida entre sueños y fantasías? ¿Y esperas que vuelva al castillo así no más...? ¡Esto no es un cuento de hadas, tú mismo lo dijiste!
-Hijo mío,- dijo el rey, sorprendido- deja que te explique...
-¡No quiero escuchar una sola palabra más de ti! ¡Me marcho!
El joven se dio media vuelta y se fue, corriendo con todas sus fuerzas.
Las carcajadas casi sobreactuadas de los caballeros hacían que se enfureciera más de lo que ya estaba, y eso era mucho decir. ¿Su padre, el rey? ¡Ja! Ni que le pagaran se creería esa tontería. Él era lo que era: El hijo de unos simples campesinos con serios problemas de ira, siempre lo había sido y no dejaría de serlo por una broma pesada que al soberano del reino se le había ocurrido de improviso en un momento de aburrimiento. Salió pitando del castillo, empujando (y soltando insultos varios por el dolor al chocar con el metal de sus armadoras) a todos los soldados que veía a su paso y a uno que otro empleado inocente que no tenía nada que ver en el embrollo.
Por otro lado, el rey se quedó quieto como una estatua en su sitio, mirando el lugar por donde su hijo que no quería ser su hijo se había ido. Los dos soldados de la vez anterior se acercaron a él, para darle palmaditas en la espalda.
-Y ya es el tercero que huye... al igual que los otros dos -comentó el hombre, con tristeza.
-Tranquilo, Su Majestad -trató de animarle uno de los soldados-, ya verá como vuelven.
Jack corrió y corrió, sin ver siquiera por donde iba, y cuando se dio cuenta había ido a parar a un oscuro y tenebroso bosque, justo detrás del patio del castillo. Se detuvo, mirando a su alrededor, escuchando los ruidos aterradores que era incapaz de identificar, y no consiguió ver una salida.
-¿Quién construye un castillo frente a un bosque? - pensó en voz alta el muchacho.
De repente, tuvo la sensación de que alguien lo estaba observando, y el extraño presentimiento de que algo malo iba a ocurrir. Se dio la vuelta, pues, quien sea que fuera, estaba detrás de él.
-¿Quién anda allí? -gritó. No hubo respuesta- Si el rey te mandó a buscarme- titubeó, dándosela de valiente- D-d-dígale que no pienso volver al castillo nunca.
De nuevo, nadie respondió.
-N-n-no te tengo miedo- siguió Jack- quien quiera que seas- Eso era una mentira manifiesta.
De la oscuridad, unos ojos humanos, brillantes y verdes le devolvieron la mirada.
-No debería andar solo en estos sitios, y menos a estas horas, Alteza- dijo la voz, tranquilamente. Había algo en el tono de voz que a Jack no le daba buena espina
Sin embargo, trató de sonar tan tranquilo como el hombre. En vano, claro está.
-Sí, bueno...Me temo que me he...-hizo una pausa- ¿Me has llamado alteza?
-No hace falta ser modesto, príncipe. Sabemos exactamente quién eres.
-Tienen al hombre equivocado- dijo Jack, con la voz ronca por el miedo- No soy un príncipe, soy solo un campesino...
-¿Eso te dijeron? -El bosque se llenó de risas, frías y antinaturales- Es una pena...
Unas manos los sujetaron por la espalda y lo ataron, el joven, forcejeó, en vano. La figura de ojos verdes salió de entre la oscuridad. Era un hombre alto, de cabello negro espeso y sonrisa malévola. Jack supo, por mero instinto, que su linaje real recién descubierto estaba a punto de causarle problemas.
-No te preocupes, príncipe. Me aseguraré de que sepas toda la historia antes de que mueras.
Sintió como le colocaban una tela oscura sobre los ojos, y todo se puso negro. Los desconocidos lo arrastraban, y lo metían en una carroza.
-¡Déjenme salir! ¡No soy quien creen! -gritó, pero nadie le hizo caso.
Genial pensó Jack, y yo que creía que las cosas no podían ponerse peor.


(Fin del capítulo 1)

S.C. y KyokoD.

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