28 diciembre 2010

One hell of a story! Cap. 2

¡Buen@s días/tardes/noches, queridos lectores! Aquí KyokoD -Kyoko para acortar (?)-, co-admin de este fashionista blog (porque el fondo de estrellitas está muy sepsii, les digo). Como ya mi querida S.C. hizo la primera entrada y la cosa no es llenar la entrada del capítulo de desvaríos de esta servidora, pasemos a hablar de ello.



¿Ya tienen alguna idea de quién escribió que parte del capítulo anterior? No sean tíiiimidos, digan lo que piensan. Si aún no están muy seguros, quizás este capítulo -que, por cierto, es más largo que el anterior, para felicidad y tristeza dependiendo del lector- les de varias pistas. Ah, y perdonen cualquier error de edición, voy algo lento con esto de aprender a usar Blogger ^^U Ahora sí, me callo y los dejo leer con paz y tranquilidad:



Capítulo II
:



El dolor de cabeza
que cargaba en esos momentos no era nada normal. No tenía ni idea de si era por el narcótico raro que le habían obligado a beber, o que le habían dado un golpe en la cabeza para que cerrara el pico o por el simple y llano hecho de que la situación en la que estaba en esos momentos era demasiado bizarra y su cerebro le estaba reclamando por obligarlo a lidiar con ello.


Trató de llevar una mano a su frente, pero los grilletes que lo mantenían pegado a la pared (y que además mantenían los brazos arriba, por lo que a esas alturas ya no sentía la circulación en esa zona) se lo impidieron. Suspiró, y agradeció mentalmente que al menos no había mucha luz que hiciera que le doliese más la cabeza… los pocos segundos que le tomó darse cuenta que estaba encadenado en un sitio completamente oscuro que obviamente no conocía gracias a unos tipos que querían matarlo por razones que tampoco conocía del todo.


―¡Sáquenme de aquí! ―gritó, haciendo fuerza para liberar sus brazos, más obviamente no logró mucho.


― ¡Cierra el pico! ―La luz proveniente de una linterna prácticamente le golpeó en la cara. De no haber cerrado los ojos, probablemente habría quedado ciego―. Espera tu momento en silencio a menos de que quieras morir pronto. ―Dicho eso, el hombre que le habló apagó la linterna y siguió haciendo… lo que sea que estuviese haciendo. Al parecer la luz no era algo muy utilizado por esos lares.


―Genial… ―murmuró exasperado. Al menos su vida no estaba en peligro cuando era un granjero don nadie.


―Mira que eres ruidoso ―escuchó decir a una susurrante voz femenina cercana, que hizo que saltara del susto en su lugar. Miró el sitio de dónde había venido el ruido, sin distinguir absolutamente nada gracias a la oscuridad de la celda.


― ¿Quién eres? ―dijo alterado, mas bajó el tono de voz ante el “chist” de… quien sea que estuviese allí―. En serio, ¿Quién eres? ―repitió.


―Eso no tiene importancia… al menos no ahora ―explicó, dejando a Jack en las mismas. Escuchó varios golpes a su lado―. Despierta, pinche vago, “tenemos visitas” ―dijo, pronunciando lo último con cierto sarcasmo en su voz.


― ¿Eh?... ¿Qué pasó? ―Otra voz, esta vez masculina y un tanto adormilada llegó a sus oídos― ¿Otro encarcelado?


― ¿Qué van a hacernos? ―El joven decidió preguntar en plural, en caso de que los otros dos tuviesen algo que ver en el embrollo.


-No lo sabrás si no haces silencio y dejas de gritar como poseso- musitó la voz femenina.


-¡Hey, chico! -lo llamó la voz adormilada- ¿Cómo te llamas?


-Jack- respondió, y luego volvió a insistir- ¿Quienes son ustedes?


-Ya te dije que eso no tiene...


-Yo soy Jasper- interrumpió la voz adormilada- y mi adorable compañera es Bianca - un ruido, parecido al de un puñetazo, o quizás una patada, interrumpió sus palabras- ¡Ay!


-¡DIJE QUE NO TENÍA IMPORTANCIA!- replicó Bianca, murmurando.


-Como te dije, Jack, Bianca es encantadora...


-¿Y qué hacen aquí? ¿Quiénes son esos hombres? murmuró el muchacho, ignorando la actitud de sus disparatados acompañantes.


-Esos, - murmuró Jasper- son Drastrals, están en contra de Hazelland, y harán lo que sea por acabar con el reinado de Su Majestad, el rey Lucas.


-Si estás aquí- continuó Bianca, en el mismo tono bajo y urgente- quiere decir que: O tienes algo que ellos quieren, o eres alguien importante que ellos preferirían ver muerto- hizo una pausa para dar énfasis a sus palabras- ¿Cuál es tu caso?


-Bueno...-el joven se detuvo, pensando cual de los dos podría ser su caso, pero ninguno tenía sentido- En realidad no lo sé.

Escuchó un bufido en el sitio donde se suponía estaba Bianca.

―Maravilloso ―murmuró―, ahora para rematar tendremos que cargar con un tipo que aparentemente no pinta nada aquí.


― ¿Ustedes que tienen que ver? ―inquirió Jack, un tanto mosqueado por la forma en la que la muchacha le trataba― Tal como tú has dicho, si están aquí puede ser por dos razones.


―Podría decirse… que son ambas ―dudó el otro chico a su lado, segundos antes de recibir lo que se oía como una patada― ¡Auch!


―No es necesario que le digas nada ―dijo la muchacha en tono cortante―, como este imbécil no tenga nada que ver con el lío y se entere…


― ¿Pero por qué quieren acabar con el reinado del rey Lucas? ―Realmente no le importaba que la chica no se mostrase muy colaboradora y el otro joven no tuviese tiempo de terminar las frases gracias a su compañera, de alguna forma tendría que enterarse… o al menos eso era lo que quería.


Los tres escucharon la reja de su celda abrirse, acompañada de varios pasos y voces, todas masculinas y no muy tranquilizadoras. Jack se vio obligado nuevamente a cerrar los ojos cuando la misma linterna de la vez anterior le dio directo en la cara.


―Dioses, como odio cuando hacen eso ―logró oír a Jasper, con empatía.


―Es tu turno, niño ―anunció el guardia que sostenía la linterna, en lo que los otros dos liberaban al muchacho de las cadenas, para luego agarrarlo de los brazos y arrastrarlo por el lugar.


― ¡Esperen! ¿A dónde me llevan? ―exclamó tratando de liberarse, con resultados tan infructuosos como los del intento anterior.


―Ya lo verás ―se limitó a decir uno de sus captores, con un tono que le puso los pelos de punta.


-Suerte, niño- escuchó susurrar a Jasper, y luego sintió que lo arrastraban por unas escaleras, y se mordió la lengua para no gritar cada vez que las duras tablas de madera le golpeaban la espalda.


Sus captores lo llevaron hasta otra habitación, completamente iluminada, y lo dejaron en el suelo a su suerte.


Jack tuvo que cerrar los ojos para no quedarse ciego, y no los abrió hasta que las lucecitas detrás de sus parpados desaparecieron. Le tomó unos segundos acostumbrarse a la luz de la habitación, y cuando lo hizo, fue capaz de ver donde se encontraba. Era una estancia completamente de piedra, con las paredes sucias y ennegrecidas, y el techo cubierto de telarañas. No había muchos muebles, solo una mesa, llena de botellas semivacías, velas encendidas y papeles enrollados, un par de sillas, y un sofá con la tela podrida.


En una de las sillas estaba sentado un hombre de rostro familiar. El hombre de ojos verdes y cabello negro.


Jack no supo el momento en que sus captores se habían ido, pero si fue consciente de que aquel hombre aterrador y el eran las únicas personas en la habitación.


-Es bueno verlo de nuevo, Alteza- dijo el hombre educadamente- ¿Ha disfrutado su estadía en mi humilde morada?


Jack hizo un esfuerzo en incorporarse, pues sentía las piernas de goma. Miró con desprecio al hombre que tanto miedo le inspiraba, porque el instinto le decía que no debía de mostrarse asustado ante alguien así.


-¿Quién eres? ¿Qué demonios quieres? ¡Y ya te dije que no soy un príncipe!


El hombre rió. Una risa fría, tan fría como su rostro.


-¿Ah no? ¿Qué hacías en el castillo del rey entonces, niño? ¿No eres Jack Sinapellido?


-Sí, pero no soy un…


-Eres un príncipe, y ya deja la negación. Es patético.


Jack enmudeció, y el hombre soltó una carcajada.


-¡Pero qué grosero soy! ¡Si ni siquiera me he presentado!- se levantó de su asiento y realizó una reverencia, más para burlarse de Jack que otra cosa- Majestad, soy Damen, jefe de los Drastrals, a su servicio.


“Como verá, Majestad, en estos momentos se encuentra en una situación bastante…delicada. Verá, como se habrá imaginado, nuestra…organización se encarga de…poner orden, por decirlo así, y acabar con cualquier persona o plan que pueda arruinar el fin para el cual esta organización fue creada.


“Y tú, príncipe Jack, eres de vital importancia para nuestros planes.


Jack no había comprendido una sola palabra ¿Cuántas veces tendría que gritar que él no era ningún príncipe para que le creyeran?


Decidió que lo mejor era olvidarse de esa parte y concentrarse en su nuevo “destino”.


-Y… ¿Se puede saber porque soy tan importante para sus planes?- preguntó él, con tranquilidad.


-Verá, alteza. Usted, como único hijo vivo del rey, es el heredero al trono por derecho. -Damen sonrió con malicia- Y nosotros no podemos dejar que eso pase ¿Verdad?


-A que se refiere con “el único hijo vivo del rey”, -el joven recordó su conversación con el monarca- Su Majestad tiene tres hijos varones.


La sonrisa de Damen se amplió.


-Me temo que, por causas ajenas a la voluntad del rey, ese número ha sido…reducido- hizo una pausa- Por mucho que el rey luchara por esconder a sus hijos, nosotros, los Drastrals, no tardamos mucho en encontrarlos…


“Eres el único con vida, príncipe Jack.


¿Recuerdan como hace rato nuestro protagonista pensó que nada podría salir peor? Bueno, las cosas se estaban poniendo mucho, mucho, MUCHÍSIMO peor.


«Tengo que dejar de decir eso, sólo me trae más problemas» pensó, convencido de que se había levantado con el pie izquierdo cuando fue a mirar por la ventana de su habitación.


―Pero… no estoy interesado en heredar ningún trono ―trató de explicar el muchacho, claro que al momento se ganó una mirada de escepticismo de su captor.


―Por favor, ¿De veras crees que voy a tragarme ese cuento? ―inquirió, con la ceja alzada y con sonrisa burlona.


―Deberías, porque es verdad. En cuanto salga de aquí, lo primero que haré es volver a mi casita a las afueras del pueblo y decirle a mis VERDADEROS padres ―Porque, insistía, no iba a creerse que aquel Santa Claus con corona era su padre― que he pasado los tres días más raros de mi…


Calló al oír la insufrible carcajada de Damen retumbar en la habitación, taladrándole los oídos. Y no porque se escuchara demasiado fuerte, el era inmune a los sonidos fuertes (producto de escuchar a su madre día y noche gritando quejas por cualquier cosa que se le viniera a la cabeza); si no porque la repulsión que había desarrollado hacia ese tipo hacía que lo sintiera así.


―¡Qué lindo! ―dijo tras recuperar el aliento que se había ido gracias a la risa―, realmente piensa que esos campesinos inútiles siguen vivos… En serio, qué encantador.


―¿De qué hablas? ―Y nuestro pobre protagonista no tenía ni idea al principio.


―¿Tengo que decírtelo? ―Se cruzó de brazos y ladeó su cabeza, adoptando una expresión apenada más falsa que el betún― No quiero ser yo quien rompa tu ilusión…


―¡¡Habla de una vez!! ―ordenó, empezando a perder la paciencia.

El hombre de ojos verdes se encogió de hombros.

―Bueno, supongo que si el príncipe lo ordena ―Ignoró la mirada furibunda del aludido―, no me queda de otra que obedecer. ―Se acercó tranquilamente al joven, empezando a caminar en círculos a su alrededor― ¿Recuerdas ese momento en el que despertaste y te diste cuenta de que exactamente treinta caballos blancos, acompañados de hombres fornidos con armaduras y varios flacuchos vestidos como payasos esperaban frente a tu casucha? Estabas tan nervioso y apresurado que tuviste que vestirte con lo primero que conseguiste en tu armario, cepillarte los dientes de forma acelerada y “peinar tu cabello”; si es que podemos decirle peinar a pasar tu mano varias veces por el pelo. ―El muchacho se sorprendió (aunque trato de no demostrarlo) al ver la exactitud con la que Damen describía la escena.


»Te preguntarás, ¿Cómo sé yo todo esto? Y la respuesta es muy sencilla, mí querido niño: Ya estábamos enterados. Mucho antes de que el rey Lucas ordenara buscarte, ya nosotros sabíamos donde vivías, qué hacías y cómo lo hacías, las personas con las que te relacionabas, incluso la chica de tu pueblo que te gustaba pese a que ella te rechazaba ―De no haber estado tan alterado, probablemente se habría sonrojado por el comentario―; por lo que simplemente tuvimos que esperar a que los vasallos de tu padre llegaran a tu casita y te fueras con ellos.


»Una vez nos aseguramos de que no volverías o que, si volvías, no podrías hacer nada... ―Hubo un silencio, colocado por Damen para agregar drama al asunto―… despachamos a esos sucios campesinos. Después de todo, sabían demasiado, eso podría haber estropeado nuestros planes.


Se detuvo frente al recién descubierto príncipe, con su irritante sonrisa burlona en el rostro. En una fracción de segundo ya había acercado su boca a la oreja del chico, susurrando con malicia:


―Y no podemos dejar que eso pase, ¿o sí? ―El joven estaba en shock tras la noticia. El hombre volvió a su posición normal, todo lo normal que puede ser encorvarse al tiempo que soltaba una risa maléfica, digna de cualquier malo de película de superhéroes.


No podía creerlo. Sus padres, aquellos que lo habían criado pese a conocer su peligroso linaje ―aunque todavía se negaba a aceptarlo, no se hagan ilusiones―, que lo habían mantenido con ellos sin pedir nada a cambio, que lo habían alojado en pequeña casa a pesar de tener recursos prácticamente inexistentes… Sencillamente NO podían haber muerto. No de esa manera. No cuando lo más probable era que ni siquiera supieran que él se había ido a ver al rey esa noche. La ira del joven iba creciendo cada vez más, aumentando al recordar todos los momentos ―incluso los tontos, como aquel en el que habían descubierto que era alérgico al excremento de los animales― que había vivido con aquellos campesinos con crecientes problemas de ira.


Volvió a la realidad al sentir el dedo índice del asesino tocando su frente varias veces.


― ¿Demasiado anonadado, Su Majestad? Si no me cree, creo que uno de mis vasallos hizo un dibujo del asesinato. Sí, tenemos artistas en nuestras filas…


Ira al máximo.


―¡¡MALDITO BASTARDO!! ―Temblando de la rabia, nuestro muy molesto protagonista se levantó del suelo, alzando su puño para estrellarlo en la insufrible sonrisa del líder de los Drastrals. A su favor diré que ganas no le faltaban, pero…


―¡Un príncipe no debe decir esas palabras! ―… le faltaba fuerza y tamaño. Al hombre de cabello negro le bastó con poner una mano en la cabeza del chico para evitar cualquier tipo de agresión. Jack trataba de acercarse a este agitando sus brazos en un inútil intento de conectar al menos un golpe, todo esto mientras Damen reía levemente.


Quién hubiese visto la escena de improviso, sin haber oído la conversación previa, probablemente se hubiese atragantado de la risa.
Pero, la realidad, era que no había nada de divertido en lo que estaba pasando. Al menos, no para Jack. Damen, por el contrario, parecía estársela pasando la mar de divertido.

-¡TE MATARÉ! ¡SUELTAME! ¡TE MATARÉ! –gritó él muchacho con todas sus fuerzas.


-Majestad, no es propio de un príncipe reaccionar de esa manera- se burló él hombre, aún sosteniendo la cabeza de Jack. Luego, sin mucho esfuerzo, empujó al muchacho y de un golpe lo dejó acostado en el suelo, sin aliento. Damen se arrodilló, hasta que su rostro estuvo solo a unos centímetros del rostro del joven- Aunque, si te sirve de consuelo, te reunirás con ellos dentro de poco- musitó.


Luego, como si nada, se levantó, y llamó a sus soldados.


-¡Llévenselo!


Dos hombres, bien altos y fornidos entraron a la estancia, tomaron a Jack por las axilas y lo arrastraron de vuelta a la oscuridad. Nuestro protagonista fue soltando improperios y amenazas vacías durante todo el camino, y fue tal el ruido que hizo, que los hombres le amordazaron con su propia camiseta.


El muchacho luchó con todas sus fuerzas, pateando el aire, las paredes, a los Drastrals, lo que sea. No iba a dejar que lo ataran otra vez.


-¡Quédate tranquilo, maldita sea!- masculló uno de los hombres, propinándole un puñetazo en las costillas. Mareado, adolorido y sin aliento, nuestro protagonista sintió como lo ataban, y luego escuchó como cerraban una puerta gigante que hacía un rechinido del demonio al cortar el aire.


En aquella negrura insoldable, el joven sintió como se le venía el alma a los pies.


No era cierto, no podía ser cierto…


Forcejeó inútilmente con las cadenas que lo sujetaban, mientras salvajes gritos y sollozos salían de sus labios amordazados, y las lágrimas corrían por sus mejillas.


-¡Has silencio! –Escuchó decir a Bianca- ¿Qué quieres morir?


Jack ignoró aquella voz femenina que parecía venir de ningún lado. ¿Qué más le daba morir, si había perdido a las personas que más quería?


¡Yo no pedí ser un maldito príncipe!
Pensó el muchacho ¡No quiero el maldito trono, era un estúpido al pensar que podía ser un caballero!


-Jack- susurró Bianca, furiosa- ¡Jack, escúchame! ¡Jack! Me da igual si quieres que te maten, pero Jasper y yo hemos trabajado muy duro y hemos sufrido mucho para sobrevivir y abandonar este lugar, ¡Y no pienso morir solo porque el niñito llorón extraña a su mami!


-¡Bianca!- musitó Jasper, en tono reprobador. Bianca no respondió.


El muchacho dejó de gritar. No por la advertencia de Bianca, que no hizo más que enfurecerlo aún más, sino porque Jasper, en lo poco que lo conocía, había demostrado ser una buena persona, y no quería que lo ejecutaran por su culpa.


-Sabemos cómo te sientes, Jack- dijo Jasper, una vez que volvió a reinar el silencio en la mazmorra- Todos aquí hemos perdido a alguien, y todos deseamos volver a casa. Pero créeme cuando te digo que provocarlos no ayudará en nada.


¿Y cómo planean hacerlo?
Quiso preguntar, pero se lo impedía su propia camiseta.


-Si prometes no gritar- dijo Bianca despacio- Te quitaremos la mordaza ¿Lo prometes?


El muchacho soltó un gemido ahogado.


-Tomaré eso como un sí- escuchó decir a Jasper, y sintió que alguien se colocaba unos centímetros delante de él, y palpaba su rostro en la oscuridad, en busca de la mordaza. Jack no pudo evitar tomar una gloriosa bocanada de aire cuando al fin le quitaron la camiseta- ¿Mejor?- preguntó Jasper.


-Mejor, gracias.


-Ahora, por favor, has silencio- masculló Bianca, en lo que sonaba un intento fallido por parecer amable- Dime ¿Se puede saber quién demonios eres? Porque no me trago eso de que te trajeron aquí solo por ser bonito.


-Lo que mi amiga quiere decir- se apresuró a añadir Jasper- Es que todos estamos aquí por una razón, y, en motivo a tu… llamativa, reacción, e inesperada supervivencia, nos gustaría saber que haces aquí.


-Si hubiera querido decir eso, lo habría dicho, Jasper – masculló Bianca con rudeza- Lo que quise decir es ¿Viniste aquí para algo más que hacer turismo? ¿O solo te encanta pasar el tiempo en esta súper acogedora mazmorra con espectacular iluminación, encadenado y corriendo el riesgo de que los encantadores anfitriones te rebanen el cuello en cualquier segundo?


La actitud de Bianca estaba comenzando a molestarlo.


Se preguntó si debía confiar en esas dos personas que apenas conocía, pero ¿Qué mal le podría hacer decir algo que ya los malos sabían?


Además, tenía la sensación de que explotaría si no le contaba a alguien todo.


-Soy…-Al muchacho se le hicieron ajenas las palabras que salieron de su boca, incapaz de creer lo que decía- Soy el príncipe Jack, único hijo vivo del rey Lucas, y futuro heredero al trono… Aparentemente.- no pudo evitar expresar su profundo recelo ante sus nuevos acompañantes. Un silencio sepulcral se tendió sobre la prisión, y Jack siguió hablando- No lo sabía, hasta hace unos días, cuando el rey me llamó a su castillo. Hasta hace unos días yo no era más que un pobre campesino –un idiota con delirios de grandeza-. Esos hombres, los Drastrals, ellos…- su voz se quebró- Mataron a mi familia, o al menos a las personas que yo siempre consideré mi familia…y van a matarme a mí. No, Bianca, lamento decepcionarte, pero no vine aquí a hacer turismo.


Lo último no era necesario, él no estaba enojado con ella, pero tenía tanta rabia contenida que se habría desquitado con cualquiera.


-Vaya, si que tienes problemas- murmuró Jasper.


-¿Y qué piensas hacer al respecto? –preguntó Bianca, inmune.


-¿Qué quieres que haga? ¡Son demasiados! ¡Y ni siquiera tengo idea de donde estoy!


-¿Eso es todo?- soltó la chica- ¿Vas a pasarte el día lloriqueando hasta que te maten? ¡Vaya príncipe que eres!


-¡Bianca!


-¡Es la verdad, Jasper! –gritó, olvidándose de bajar el tono de la voz.


-¡Cállense! –gritó uno de los guardias.


-Es la verdad- repitió, en un susurro, y luego volvió a dirigirse a Jack- ¡No puedes quedarte sin hacer nada! ¿Crees que eso es lo que el rey quiere? –Luego de una pausa, añadió- ¿Crees que eso es lo que tus padres habrían querido? ¿Qué te rindieras tan fácilmente?


Jack se quedó contemplando perplejo la oscuridad frente a él (habría mirado a Bianca, pero, la verdad, no tenía idea de donde estaba…ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía que aspecto tendrían sus acompañantes.)


Tuviera el aspecto que tuviese, tenía razón, no podía quedarse allí a morir. Tenía que hacer algo, pero ¿Qué haría?


Suspiró.


Bueno, él no tenía ni idea, pero seguramente sus compañeros de turno tenían un plan. Después de todo, parecían llevar mucho más tiempo que él tras las rejas.


―Lo dudo mucho ―contestó a la pregunta que había hecho Bianca anteriormente. De hecho, probablemente ambos lo hubieran cacheteado diciéndole que dejara de ser tan llorón, justo como la muchacha había hecho.


―Pues ya ves ―dijo la chica, con tono triunfante―. Si quieres honrar la memoria de tus padres, lo harás mucho mejor tratando de librar tu pellejo de la tumba que lloriqueando e intentando cortarte las venas con los grilletes.


―Bianca…


―Él lo admitió, no estoy diciendo nada malo.


―¿Pero cómo lo haré? ―de haber algún tipo de iluminación en la celda, podría haber visto las sonrisas cómplices de la pareja. Pero como no había, continuó― Estoy encadenado y la vigilancia parece ser fuerte.


―Tenemos un plan ―respondió Jasper, con simpleza.


―Y éste sí que funcionará ―agregó Bianca, con decisión.


―¿”Éste”? ―repitió dudoso Jack― ¿Han habido otros?


―Pues sí ―contestó Jasper, de la misma forma tranquila de la vez anterior. Un resoplido furioso cercano le dejo claro al príncipe que Bianca ya no estaba tan feliz―. Concretamente, unos cinco.


―¿Y no funcionaron? ―inquirió, asombrado.


―¿Tú qué crees? ―inquirió a su vez la muchacha, de forma irónica. Tuvo que coincidir con que la pregunta había sido demasiado estúpida.


―La primera vez ―prosiguió el otro muchacho con la explicación― intentamos salir sin hacer ruido ni nada parecido, aprovechándonos de la poca iluminación de la zona. Pero nos atraparon apenas salimos por el pasillo.


―No contábamos con que ahí si había una iluminación decente ―agregó la joven.


―La segunda vez pensamos que sí saldría bien, ahora que sabíamos lo del pasillo iluminado. Bueno, esa vez no nos atraparon hasta que llegamos a la entrada principal.


―¿Y por qué no les dio tiempo de salir?


Resoplido molesto. Suspiro resignado.


―Ese imbécil de Damen venía con parte de su ejército ―dijo Bianca, con ira contenida―. Se ve que eran nuevas adquisiciones y les estaba dando un tour por la guarida. Les dijo: “Quienes dejen inconscientes a esos dos fugitivos con un solo golpe obtendrán un ascenso inmediato”.


―Para cuando despertamos, ya estábamos encadenados aquí otra vez. Y supongo que no quieres saber sobre los demás…


Eso no le daba muchos ánimos…


―No quiero ser pesimista ―Por supuesto, no iba a dejar pasar la oportunidad de mostrar su preocupación―, ¿Pero qué asegura que este plan será diferente a los anteriores?


―Tú ―contestaron los otros dos al unísono.


―¡Vaya, ahora me siento importante! ―susurró. No le gustaba la presión.


―No hay problema, lo tenemos todo perfectamente calculado ―le tranquilizó Jasper, arreglándoselas para darle palmaditas en el hombro a pesar de la oscuridad del lugar.


―¿Cómo estás tan seguro? ―No era que no creyese en el muchacho, pero si iba a vengar a sus padres tenía que estar vivo, para empezar.


―Porque la sexta es la vencida, mi querido amigo ―le dedico una mirada escéptica al lugar donde, suponía, estaba Jasper.


―Creí que era la tercera…


―¿Quieres salir o no?―soltó Bianca.


Bueno, tendría que confiar en ellos.


―A ver, acérquense ―ordenó Bianca. Segundos de silencio―… Jasper, acércate a Jack.


Ambos se acercaron al ―pese a todo, AÚN no lo aceptaba― príncipe, empezando a contar su plan maestro de forma tan baja que para el joven habría sido imposible oírles si no hubiesen estado tan cerca.




Los nervios en la atmósfera eran palpables. Al menos los de Bianca y los de él, porque Jasper estaba de lo más normal, como si confiase plenamente en que nada saldría mal.


―¿Están listos? ―susurró la muchacha, a lo que los muchachos asintieron. Claro que ella no pudo verlo, pero interpretó el silencio de ambos como un sí. Se acercó al lugar donde Jack aún seguía encadenado, y tras palpar su cabeza para encontrar su oído, le susurró:― Te dolerá un poco. Pero sólo un poco. ―Pudo sentir como el chico asentía, aunque el pobre no creía mucho en sus palabras.


Ciertamente todo estaba calculado. El único guardia custodiando en esos momentos ―usualmente eran dos, pero el otro se había ido a comer― estaba a punto de quedarse dormido cuando escuchó un fuerte golpe proveniente de la celda.


―¡¡HIJO DE PUTA!! ―escuchó la muy molesta voz de Bianca, seguida de otro puñetazo y un gemido de dolor. De haber estado allí, también habría escuchado un “Bianca, creo que te estás pasando”.


―Putos mocosos ―murmuró, cabreado. Se levantó de su silla, ubicada junto a la puerta que daba al pasillo, y empezó a bajar las escaleras al tiempo que encendía su linterna― ¿¡Qué está pasando ahí!? ¿No pueden estarse quietos como siempre?


Abrió la reja de la celda y apuntó a ambos jóvenes con la linterna. Por primera vez, el joven pudo distinguir parte del físico de quienes le acompañaban, aunque una parte muy, muy mínima: Bianca apartó un mechón de su negra cabellera, segundos antes de propinarle otro puñetazo, esta vez en el ojo. La chica pegaba fuerte. Demasiado para su gusto.


―¡Basta niñata, deja de hacer eso! ―ordenó el guardia, arreglándoselas para separar a la muchacha de nuestro apaleado protagonista. El apaleado en cuestión pudo ver con su ojo sano como la joven de cabello negro y tez blanquecina le guiñaba un ojo a su compañero― ¿Qué demonios les sucede? ¿Qué les cuesta…


Y no pudo continuar debido al golpe magistral que Jasper le dio en la cabeza. El pobre ―Jack no pudo evitar sentir algo de empatía por él, después de la paliza de Bianca― cayó al suelo noqueado, y su linterna rodó por el suelo, apuntando a los pies de los tres. El muchacho no-encadenado la levantó del suelo, apuntando a la chica con ella al tiempo que se la pasaba.


―Se suponía que sólo dolería un poco… ―se quejó nuestro golpeado protagonista, entrecerrando su ojo sano cuando Bianca lo apuntó con la linterna.


―No pude evitarlo. Tenía algo de ira contenida ―se excusó la muchacha. Jasper se acercó a Jack tras “tomar prestadas” las llaves del guardia, y empezó a abrir los grilletes de sus brazos.


―Al menos la primera parte del plan salió como esperábamos ―dijo con tono conciliador, abriendo uno de los grilletes. Jack descubrió que Jasper y Bianca no sólo eran diferentes en personalidad, sino también en físico: Él, al contrario de ella, tenía cabello rubio y tez bronceada, además de ser más alto que ambos (ganándole a nuestro no muy alto protagonista por una cabeza).


Cuando ambos brazos estuvieron liberados, el joven se estiró, soltando su tercer suspiro del día, pero esta vez de alivio. Tomó su camiseta del suelo y se la colocó, escuchando la corta conversación de Bianca y Jasper acerca de la ruta que deberían tomar a continuación.


-Deberíamos ir por el pasillo de la izquierda- dijo Bianca, mientras subían las escaleras bien iluminadas- Hacia el ala norte. Casi nunca van allí.


-Buena idea- acordó Jasper, que fue el primero en llegar a la parte más alta de la escalera- pero…no creo que esta vez esté deshabitada.


-¿A qué te refieres?-preguntó Bianca, mirando hacia la derecha en busca de soldados. Jack si sabía a qué se refería el muchacho.


Jasper señaló con el dedo el pasillo de la izquierda.


-A qué ya vienen por nosotros.


-¡Escapan! ¡Atrápenlos!-gritaron los al menos diez soldados que corrían hacia ellos.


-¡CORRAN!- gritó Jack, y sus compañeros no se lo pensaron dos veces.


Los hombres, todos espada en mano, los persiguieron por pasillos y más pasillos, y Jack al final no podía recordar por donde había cruzado, de tal manera que no habría podido ir al hala norte ni queriendo.


En realidad, no tenía la menor idea de donde estaba o a donde iba. Solo rezó por encontrar una salida.


-¡Por aquí!- ordenó Bianca, abriendo una puerta que se encontraba entre dos armaduras.


Jack reconoció el lugar al momento. Era la habitación a donde lo habían traído los Drastrals, cuando había hablado con Damen…Apretó los puños al recordar lo que había pasado.


-El escritorio…-escuchó decir a Jasper.


-¿Qué?


-¡No te quedes allí parado, ayúdalo con el escritorio! –bramó Bianca.


-Tenemos que tapar la puerta- explicó Jasper, que parecía no tener ningún problema en mover el solo el viejo escritorio, después de haber tirado todas las cosas que estaban sobre él al suelo. Jack fue a ayudarlo, solo para no tener que soportar la mirada asesina de Bianca.


-¡Da la alarma, inútil!- gritó una voz furibunda desde el otro lado de la puerta. Jack reconoció la voz de Damen- ¡QUE NO DEJEN EL CASTILLO!


-¿Y a donde vamos ahora?- preguntó, había tres puertas más en la habitación, todas cerradas. Una de ellas estaba protegida por un candado gigante. Por el polvo, debía de hacer mucho tiempo desde la última vez que se abrió.


Aunque ¿Cómo saberlo? Todo allí estaba lleno de polvo. Todo allí olía a mugre, óxido y abandono.


-Ten por seguro que en este momento debe de haber Drastrals esperándonos detrás de cada puerta- dijo Bianca. Por primera vez, Jack estuvo de acuerdo con ella.


Jack se dejó caer, hasta quedar sentado con la espalda apoyada contra la pared.


Los soldados que los habían perseguido ya habrían llamado a los demás y habrían organizado algún plan para capturarlos. Lo más probable es que Damen ya habría mandado a ejecutar al guardia que habían dejado inconsciente.


Sabía todo eso y, aún así, no tenía la menor idea de cómo escapar.


De repente, tan espontáneo como la luz que aparece cuando prendes una fogata, nuestro protagonista tuvo una epifanía.


-No tras esa- dijo Jack, emocionado, señalando la puerta con el candado y acercándose a ella.


Bianca y Jasper corrieron tras él.


-Te tengo noticias, genio- Bianca sacudió el candado gigante, rodeado de cadenas y luego miró a Jack con sarcasmo- está cerrada.-dijo, limpiándose las manos, llenas de polvo, con la falda de su vestido de color violeta.


El vestido estaba sucio y raído, obvio que cuando estás atrapada en una celda en medio de la oscuridad lo que menos te importa es que se te arrugue el vestido. Aún así, era un violeta muy bonito, de esos que casi no se ven nunca, que solo lo tienen algunas flores, y las uvas y… ¿Qué demonios hacía nuestro protagonista viendo el vestido de Bianca?


-Pero es un candado muy viejo- siguió Jack, que su entusiasmo no parecía haber mermado en lo absoluto. Era la primera buena idea que tenía en mucho tiempo, y no iba a dejar que el sarcasmo perpetuo de la chica lo deprimiera.- Bastará con un golpe para que se abra.


-Tiene razón- dijo Jasper, examinando el candado- Ni siquiera deben de haber considerado esta puerta. Solo hay que buscar algo con lo romper esto.


Y tras eso, el trío se dispersó por la habitación, en busca de un objeto contundente capaz de romper su único boleto a la vida. Jack miró a su alrededor, descartando de manera casi automática los papeles y las botellas esparcidos por el suelo.


Necesitaba algo duro, pero no muy grande, algo que pudiera llevar en las manos.


Algo como…


Sin pensárselo, cogió la silla entre las manos, salió disparado a la puerta y le propinó el golpe más fuerte que sus fuerzas pudieron.


El estruendo resonó en la habitación con tal fuerza que Jack temió que el castillo fuera a derrumbarse. Escuchó un grito de sorpresa, y el crujido de la silla de madera al romperse. La arrojó a un lado y se cubrió la boca con la manga de la camisa.


El candado soltó tal cantidad de polvo, que nuestro protagonista se vio inmerso en lo que no era muy distinto a una espesa neblina.


-¡Pudiste haber avisado!- exclamó Bianca, furiosa. Ella había sido la que había gritado.


-¿Funcionó? –dijo Jasper, en su habitual tono impasible.


Jack no pudo responder de inmediato. Al estar tan cerca, el polvo había hecho que sus ojos se llenaran de lágrimas, y eso le empañaba la vista. Además, le dio tal acceso de tos que no pudo hablar por un rato. Pero había escuchado el candado romperse contra el suelo, por lo que asintió con la cabeza.


-¿Y qué esperas para abrir la puerta?-soltó Bianca, y ella y Jasper fueron hacia nuestro golpeado, torturado, y cubierto de polvo protagonista.


Cuando al fin la neblina de sus ojos se disipó, fue capaz de ver el fruto de su trabajo. El candado estaba en el suelo, reducido a pedazos casi diminutos. Las cadenas estaban regadas junto a este.


Entre los tres consiguieron empujar la gruesa y vieja puerta, y se encontraron con lo que hace mucho tiempo debió haber sido una biblioteca.


Todas las paredes estaban cubiertas por estanterías de madera gruesa, estanterías repletas de libros alineados con perfecta precisión, y cubiertos, como todo en el castillo, de la inminente capa de polvo y telarañas que solo años y años de olvido podían acumular.


La única iluminación venía de la ventana, desde donde se colaba la luz de la luna. La habitación no tenía más puertas.


No había salida.


-Maravilloso- masculló Bianca- Hasta aquí llegó tu brillante idea, Jack.


-Vamos a buscar otra salida- dijo el muchacho, dándose la vuelta.


Pero no había tiempo para eso.


-¡Hay que cerrar la puerta!-gritó Jack, mientras escuchaba los pasos de los soldados, irrumpiendo en la habitación de la que acababan de salir.


-¿A dónde se fueron?- masculló uno de los soldados.


-¡No pueden haber escapado! ¡Cerramos todas las salidas!- dijo otro.


-¡Hay que sellarla con algo!- susurró Bianca, mientras las voces de los soldados retumbaban en toda la habitación.


-¡Allí, tras esa puerta! ¡Miren como está roto el candado!- exclamó el soldado que había hablado primero.


-¡Los tenemos! ¡Los tenemos! ¡Avísenle al jefe! –gritaron varios de ellos.


-¡No hay tiempo!- susurró Jasper, era la primera vez que Jack lo veía así de alterado.


-¿Entonces qué sugieres? ¡No pienso volver a la mazmorra!- gritó Bianca.


Jack, en medio de una subida de adrenalina, fue a la única salida posible: La ventana.


Miró hacia abajo, estaban en lo que parecía ser la parte alta de una torre, y había unos cincuenta metros desde donde estaban hasta lo que parecía ser un estanque, pero estaba muy oscuro para saberlo.


-No pensarás saltar, ¿Verdad?- preguntó Jasper, a su lado.


-¿Dónde están? – la voz de Damen los sobresalto a los tres.


-¡Allí, mi señor! – gritó uno de los soldados- Se han escondido tras esa habitación.


-¿¡Y se puede saber porque no han tirado la maldita puerta?!


Jack hizo un esfuerzo soberano en ignorar las voces que indicaban su muerte segura, y trató de pensar con claridad.


-Hay un estanque abajo- señaló, rezando porque en verdad lo fuera.


-La caída te matará.- dijo Jasper- o sino los cocodrilos.


-¿Tienes una mejor idea? – pensó nuestro protagonista, de pie en el alfeizar de la ventana, de cara al vacio. Para su sorpresa, Bianca también subió, y se colocó junto a él. Los dos intercambiaron una única mirada y asintieron con la cabeza.


Los soldados golpearon la vieja puerta, que cedería en cuestión de minutos.


Era ahora o nunca.


-Mejor morir que volver a ese sitio- sentenció Jasper, y también subió.


Los tres se tomaron de la mano.


-A la de tres- musitó Jack- Una, dos…


Los soldados abrieron la puerta, que rebotó contra la pared formando un estrépito.


-¡TRES!- gritaron los tres al unísono, y antes de que alguno pudiera cambiar de opinión, saltaron al vacio.

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