No es que Ed. Física sea una materia muy productiva. Al menos no para gente con mi estilo de vida —comer chuches, dormir, jugar videojuegos, estar en la PC y ver a las moscas pasar—. Ese día, por alguna razón, todos habían escogido imitar mi estilo de vida sedentario y quedarse plantados en la banca. Y les digo, no hay nada que fomente más la imaginación que pasar dos horas en la lucha por evitar los silencios sepulcrales.
—Me abuuuurrooooooooo… —canturreó Emmeline. Desde hacía una hora soltaba la misma frase cada veinte minutos, casi que en automático, estando demasiado ocupada controlando que el balón de fútbol de la cancha contigua no volase y la golpease en pleno rostro.
—¡Alguien diga algo! —pidió Alexander, en pleno ataque de desesperación. El pobre era usualmente el encargado de evitar los silencios sepulcrales, pero luego de una hora a uno se le acaban las ideas.
—¡Volví! —anunció Matt, sentándose en la banca. El único que había hecho algo de actividad física en el grupo era él, porteando para un equipo de nombre inexistente. Cabe mencionar que se movía como un cangrejo cuando el balón se acercaba y el sesenta por ciento de las veces no lo distinguía al no poder ver bien de cerca.
—Cuenta algo —pidió Victoria. Jhoselyn a su lado estaba en un universo paralelo; ese universo al que la gente suele entrar cuando se compra un BlackBerry.
—Pues… —pensó por unos segundos— ¿Sabían que si se ponen a mirar tetas por veinte minutos les puede mejorar la salud?
Silencio sepulcral. Miradas de consternación. Grito de Emmeline por un balón que se acercaba y esquivada LIKE A BOSS del susodicho.
—¿A qué viene eso? —preguntó Victoria, con un tic en el ojo. Jhoselyn a su lado paró la oreja para escuchar. Si es que es cosa de decir una palabra medio prohibida para que se interese.
—No sé, me dijeron que contara algo —respondió Matt, encogiéndose de hombros.
—¿O sea que si, por ejemplo, tienes gripe, si miras tetas te curas? —dudó Victoria.
—Aaaaaleee —cantó Jhoselyn, haciendo gestos con las manos y apuntando a los senos de las cuatro presentes— ¿Quieres sanaaaaarteeeeeeee?
Silencio sepulcral. Alexander miró al techo canturreando algo de “no oigo nada soy de palo tengo orejas de pescado” para no tener que responder la pregunta. En todo caso, lo único que pasaba por mi mente en esos momentos era: Si me daba gripe… ¿Necesitaba unas pastillas o podía mirarlas y curarme de una vez?
Dudas existenciales.
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