Si hay algo que odio en esta vida es el estrés, eso que llega justo cuando tienes una pila interminable de cosas por hacer, y que aparentemente disfruta jugar con el reloj y hacer que las horas pasen a una velocidad diez veces mayor a la usual. De verdad, no tendría ningún problema con el estrés, si supiera llegar en el momento oportuno, como cuando el aburrimiento amenaza con hundirte en su innavegable mar de ocio.
Pero no, el estrés no considera otras posibilidades, y llega justo cuando menos te lo esperas. Es como si un día todo fuera normal y el universo siguiera su orden natural y correcto, y al otro día todo está vertiginosamente de cabeza y no hay manera aparente de arreglarlo. Definitivamente, el estrés es un asco.
Y luego está aquella desagradable sensación de presión, de que todos quieren algo de tí, de que todas las cosas tienen que estar terminadas en tiempo, y es cuando te provoca tirar por las escaleras a la persona más cercana... No es que lo haya hecho, en realidad, no soy muy dada a la violencia -ni siquiera verbal- y eso no me ha traído sino problemas. Quizás más adelante debería publicar alguna tontería así como "la mediación es la mejor alternativa", pero hoy no es mi día, estoy estresada y no pienso descargar mi rabia con un discurso hippie.
Mi punto, es que hay días en los que la vida sería mejor sin presión, o estrés, o cualquier cosa por el estilo. Si tan solo el estrés tuviera un botón de apagado... Pero la realidad no es una película que uno pueda poner en pausa. En conclusión, si quiero sobrevivir, tengo que aprender a lidiar con la presión, porque aparentemente todo en esta vida viene cargado de una ligera dosis de estrés.
Pero no quiero hacer esta entrada completamente negativa, así que les hablaré de uno de los momentos que más me gustan: El momento en que se acaba el estrés, cuando al fin logras aquello por lo que luchaste tanto, y que valió tantas horas de preocupación y tantas noches en vela. El momento en el que quieres reír y llorar al mismo tiempo, y te provoca irte a la colina más alta y gritar a todo pulmón "¡LO LOGRÉ! ¡AL FIN LO LOGRÉ!", y es cuando crees que todo en esta vida es posible, que no hay límites, que puedes hacer lo que quieras. Son esos momentos los que, en mi opinión, hacen que todo valga la pena.
Así que, bienvenido seas estrés, y disfruta tu estadía, porque yo disfrutaré cuando te vayas.
S. C. (co-bloggeando con KyokoD)
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