El tiempo permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un futuro y un tercer conjunto de eventos ni pasados ni futuros respecto a otro (para la mécanica clásica esta tercera clase se llama "presente" y está formada por eventos simultáneos a uno dado. (Wikipedia, 2011)
Estuve mucho tiempo ausente y tengo mis razones. En este último mes pude haber creado unas 20 entradas y cada una sería más ácida que la otra, pero hay ciertas cosas que prefiero quedármelas y no compartirlas. "¡Pero tú eres ese toque ácido del blog!" me driría S.C. Y en efecto, lo soy.
Alguna vez habrán oído eso de "cuando estés enojado mejor no digas nada porque quizás luego te arrepientas de lo que dijiste." Bueno, por eso decidí guardarme ciertas cosas, y créanme, fue lo mejor.
Pero compartiré algo que me ha estado molestando este último mes: La indiferencia del Sr. Tiempo.
Claro está que es imposible parar el tiempo. (Lo siento, pero El Reloj de Bernardo era sólo un programa infantil fantástico). Pero aunque sabemos que es imposible detenerlo, queremos que se detenga de vez en cuando.
Está allí. Ya no está. Alguna vez estuvo pero ya no. Ese "está allí" quedó en el pasado, en el presente ya no está. El tiempo continua transcurriendo sin alterarse y ese "está allí" ya no existe y cada vez está más lejos. El Sr. Tiempo es totalmente indiferente. Nos da la sensación de que pasa muy lento, a veces muy rápido pero en realidad siempre es igual. No importa que tan feliz o triste estemos, el tiempo se encargará de arrebatarnos ese momento.
¿Por qué molestarse con el tiempo? Verdaderamente es absurdo. Pero cuando estás agonizando, odias al tiempo por no haberse detenido cuando todo era felicidad y lo odias porque sigue caminando con el mismo ritmo de siempre, sin alterarse, sin apiadarse de tu agonía, sin apurar el paso para curar más rápido tus heridas.
Mirando el reloj, sin nada más que decir, me voy.
Limón (co-bloggeando con S.C. y KyokoD)
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