Capítulo III:
El viento les azotaba la cara, les tapaba los oídos y les hacía llorar los ojos, firmemente cerrados. Ninguno de los tres tuvo tiempo de prepararse para el final. Ninguno de los tres soltó la mano del otro en ningún momento.
La sensación de caer no duró mucho.
Chocaron con fuerza contra la pared de agua, más profunda de lo que nuestro protagonista había pensado, todo se volvió espuma, agua y una negrura insoldable por unos momentos.
Entre pataleos, Jack sintió como la presión lo llevaba a la superficie, y se encontró contemplando la pálida luz de la luna.
¿A dónde habían ido los demás?
-¡¿Jasper?!... ¡¿Bianca?!
Miró a su alrededor y, entre las olas que ellos mismos habían creado al caer, vio a Jasper. Nadando hacia el frente.
-¡Jack, por aquí!- gritó el muchacho.
Llegaron a la orilla, calados hasta los huesos, y se dejaron caer sobre la hierba, recuperando el aliento.
-¿Estás bien?-preguntó Jasper, tumbado a su lado.
-Sí, ¿Y tú?- preguntó Jack, jadeando.
-Algo mojado- bromeó.
Jack se sentó en la hierba, apoyando el cuerpo sobre el codo.
-¿Dónde está Bianca?
A los dos les tardó una milésima de segundo comprender la situación. Se pusieron en pie de golpe.
-¡Bianca!
-¡Bianca!
Jack examinó el bosque a su alrededor. No había ni rastro de Bianca.
Al menos que…
Volvió a sumergirse en el estanque, esta vez con los ojos abiertos, en busca de su compañera.
Tuvo que nadar varios minutos- que estuvieron mezclados con salidas a la superficie y gritos desesperados en pos de la que de verdad esperaba que no se hubiera ahogado en la caída, que había sido idea suya- pero al fin la encontró. Tenía los ojos cerrados y burbujas salían de su boca. Trató de subirla, pero entonces se dio cuenta del motivo por el que no había podido salir sola: Su vestido se había atorado en lo que parecía ser los restos de un bote viejo y destruido.
Bajó más, con el objetivo de separar el vestido de la madera astillada, pero comenzó a ver estrellitas. Necesitaba aire. Emergió para volver a llenarse los pulmones, y vio que Jasper nadaba hacia él.
-¡Está atrapada abajo!-gritó, y luego volvió a sumergirse. Esta vez sí pudo desprender el vestido.
Sujetó a Bianca por las axilas, asegurándose de que su cabeza se mantuviera en la superficie. Le tomó el doble de tiempo llegar a la orilla, incluso con la ayuda de Jasper.
Jack sabía que cada segundo que se tardaba aumentaban más los chances de que su amiga estuviera muerta…
La recostaron en la hierba. Bianca no respiraba, y sus labios se habían puesto blancos.
-¡Esta muerta!-gritó Jack, en medio de un ataque de histeria- ¡La maté, Jasper! ¡La maté!
Jasper, volviendo a recuperar su semblante tranquilo e imperturbable, se acercó al pecho de Bianca, y Jack reconoció la maniobra de primeros auxilios que su padre le había enseñado.
-Cuando te diga, sopla en su boca…-ordenó Jasper.
-¿Qué?- preguntó Jack atontado.
-¡Sopla en su boca! –repitió el muchacho. Esta vez sí comprendió.
Luego de un rato, la joven comenzó a escupir agua a borbotones, y sus ojos se abrieron.
-¡Bianca, estas viva!- soltó Jack sin pensar, y Jasper soltó una carcajada.
-No te desharás de ella tan fácilmente, muchacho- bromeó Jasper.
Bianca tosía, pero parecía estar bien.
En el castillo reinaba el caos. Jack se dio cuenta que desde donde estaban era imposible que los vieran, pero no tardarían en bajar para asegurarse de que estuvieran muertos…
Era momento de irse.
-¿Puedes caminar?- le preguntó Jasper a Bianca, tendiéndole la mano para que se levantara. Ella ignoró su mano y se puso en pie sola, demostrando, como siempre, su terquedad. Jasper no se mostró herido ni nada por el estilo.- Bien, entonces ¡Vámonos!
-¿Por dónde?- Jack miró el bosque frente a ellos, igual de tenebroso que el que se encontraba en el castillo del rey Lucas.
-El sendero nos llevará a Osilon – explicó Jasper. Osilon estaba a dos pueblos de Eterville, que era el pueblo de donde venía Jack.
-¿Y dónde está el sendero? –preguntó el muchacho. En respuesta, Jasper los sujetó a los dos por el brazo y los tres se adentraron en el bosque.
―Joder ―murmuró Bianca, con su humor habitual (Jack había pensado que quizás estaría más alegre al haber salido de su encierro, pero estaba claro que si no estaba amargada, no era ella) ―, con esta ya van catorce veces en las que este estúpido vestido ha atentado contra mi integridad.
―Al menos es lindo ―comentó nuestro protagonista, de forma descuidada. Sintió la mirada asesina de la muchacha a los pocos segundos.
―Otro comentario de ese tipo, y te mueres.
―Mira el lado positivo, Bianca: Esta vez sí somos libres ―dijo Jasper, haciendo gala de su tono “fresco y relajado”, digno de un comercial de Coca-cola―. ¿Hace cuántos que no veíamos la luz del sol?
Los otros dos se detuvieron a mirar al cielo. Cosa difícil, siendo que las copas de los árboles tapaban toda la visibilidad.
―No estoy muy seguro… ―empezó el menor (o eso suponía él) de los tres―… pero creo que cuando salimos era de noche. Y no es que haya pasado mucho tiempo desde entonces.
―En pocas palabras, aún no he visto la luz del sol ―sentenció la muchacha.
Diez minutos de silencio sepulcral, interrumpido por varios graznidos de cuervos repartidos por allí y por allá, y un zumbido que se iba haciendo más y más sonoro a medida que avanzaban. Al menos él lo escuchaba perfectamente, haciendo gestos de incomodidad por culpa del sonido, pero ninguno de sus compañeros parecía notarlo.
―Me pregunto cómo estará Ivy ―comentó el (aparentemente) mayor de los tres.
El ―como no le diesen una prueba realmente válida, no lo iba a aceptar― príncipe le dedicó una mirada confusa.
―¿Quién es Ivy?
―Ivana, su hermana menor ―respondió la joven de cabellos negros, restándole importancia al asunto. Normal, pensó Jack, obviamente ella sabía mucho más acerca de Jasper que él. Y conociéndola, no se interesaría por una conversación repetida.
―Así que tienes una hermana ―dijo el muchacho. Bueno, que Bianca no se interesara por la conversación no significaba que él no podía hacerlo―. Debe ser genial tener hermanos, yo no tengo… O quizás si tuve, sólo que nunca los llegué a conocer.
Bianca curvó sus labios hasta obtener una mueca de desagrado. Jasper soltó una leve risilla. Jack no entendía que había de divertido o desagradable en su comentario.
―Depende de qué punto de vista uses ―empezó a explicar el rubio, con tono sabio―. Para mí es genial, quizás porque soy el mayor de los dos y nunca tuve que soportar a un hermano o hermana abusivo…
Por un momento, nuestro protagonista se imaginó a sí mismo pisoteado en un charco de lodo por un niño igualito a él en su infancia, pero un poco más grande. De repente ya no le parecía tan genial eso de tener hermanos.
―… Aunque ser el mayor tampoco es muy sencillo ―la voz del muchacho devolvió al príncipe a la “realidad”―. Aún me da cargo de conciencia haber dejado a Ivana en la iglesia.
―¿En la... ¡Qué molesto! ―gritó al escuchar el insufrible zumbido prácticamente junto a su oreja. Sonrió nerviosamente al ver las miradas de incomprensión de sus acompañantes―. Lo siento, lo siento. ¿Por qué en la iglesia? ¿Qué…
Golpe seco. Parpadeó varias veces, habría jurado que Jasper estaba junto a él hacía unos segundos. Bajó la mirada, sorprendiéndose al ver el cuerpo de su amigo ―sí, ya lo consideraba como tal― tirado en el suelo boca abajo, sin razón aparente.
―¿Pero qué le hiciste? ―cuestionó Bianca, con la misma expresión sorprendida.
―¡Yo no le hice-- ¡Auch! ―se apresuró a golpear su cuello, cosa de matar lo que sea que le hubiese picado allí, más no sintió nada en el área golpeada―. ¿Pero qué coño…?
―Vigila tu vocabulario, prín-ci-pe ―dijo la muchacha, con especial sorna en la última palabra.
Pero el joven no estaba como para escuchar lo que la malhumorada chica le decía. A los pocos segundos de sentir la picada, una sensación de mareo ―especialmente parecida a la primera vez que su alergia al excremento de animal hizo acto de aparición― le invadió por completo. Cayó de rodillas, ante la repentinamente asustada de Bianca, que rápidamente se arrodilló a su lado parloteando cosas que el pobre no entendía al escuchar su voz demasiado lejana, tomando en cuenta que estaban a menos de un metro de distancia. Lo último que recordaba de ese momento era la mirada preocupada de la joven, viendo todo lo demás demasiado borroso como para poder describirlo.
―Al menos es lindo ―comentó nuestro protagonista, de forma descuidada. Sintió la mirada asesina de la muchacha a los pocos segundos.
―Otro comentario de ese tipo, y te mueres.
―Mira el lado positivo, Bianca: Esta vez sí somos libres ―dijo Jasper, haciendo gala de su tono “fresco y relajado”, digno de un comercial de Coca-cola―. ¿Hace cuántos que no veíamos la luz del sol?
Los otros dos se detuvieron a mirar al cielo. Cosa difícil, siendo que las copas de los árboles tapaban toda la visibilidad.
―No estoy muy seguro… ―empezó el menor (o eso suponía él) de los tres―… pero creo que cuando salimos era de noche. Y no es que haya pasado mucho tiempo desde entonces.
―En pocas palabras, aún no he visto la luz del sol ―sentenció la muchacha.
Diez minutos de silencio sepulcral, interrumpido por varios graznidos de cuervos repartidos por allí y por allá, y un zumbido que se iba haciendo más y más sonoro a medida que avanzaban. Al menos él lo escuchaba perfectamente, haciendo gestos de incomodidad por culpa del sonido, pero ninguno de sus compañeros parecía notarlo.
―Me pregunto cómo estará Ivy ―comentó el (aparentemente) mayor de los tres.
El ―como no le diesen una prueba realmente válida, no lo iba a aceptar― príncipe le dedicó una mirada confusa.
―¿Quién es Ivy?
―Ivana, su hermana menor ―respondió la joven de cabellos negros, restándole importancia al asunto. Normal, pensó Jack, obviamente ella sabía mucho más acerca de Jasper que él. Y conociéndola, no se interesaría por una conversación repetida.
―Así que tienes una hermana ―dijo el muchacho. Bueno, que Bianca no se interesara por la conversación no significaba que él no podía hacerlo―. Debe ser genial tener hermanos, yo no tengo… O quizás si tuve, sólo que nunca los llegué a conocer.
Bianca curvó sus labios hasta obtener una mueca de desagrado. Jasper soltó una leve risilla. Jack no entendía que había de divertido o desagradable en su comentario.
―Depende de qué punto de vista uses ―empezó a explicar el rubio, con tono sabio―. Para mí es genial, quizás porque soy el mayor de los dos y nunca tuve que soportar a un hermano o hermana abusivo…
Por un momento, nuestro protagonista se imaginó a sí mismo pisoteado en un charco de lodo por un niño igualito a él en su infancia, pero un poco más grande. De repente ya no le parecía tan genial eso de tener hermanos.
―… Aunque ser el mayor tampoco es muy sencillo ―la voz del muchacho devolvió al príncipe a la “realidad”―. Aún me da cargo de conciencia haber dejado a Ivana en la iglesia.
―¿En la... ¡Qué molesto! ―gritó al escuchar el insufrible zumbido prácticamente junto a su oreja. Sonrió nerviosamente al ver las miradas de incomprensión de sus acompañantes―. Lo siento, lo siento. ¿Por qué en la iglesia? ¿Qué…
Golpe seco. Parpadeó varias veces, habría jurado que Jasper estaba junto a él hacía unos segundos. Bajó la mirada, sorprendiéndose al ver el cuerpo de su amigo ―sí, ya lo consideraba como tal― tirado en el suelo boca abajo, sin razón aparente.
―¿Pero qué le hiciste? ―cuestionó Bianca, con la misma expresión sorprendida.
―¡Yo no le hice-- ¡Auch! ―se apresuró a golpear su cuello, cosa de matar lo que sea que le hubiese picado allí, más no sintió nada en el área golpeada―. ¿Pero qué coño…?
―Vigila tu vocabulario, prín-ci-pe ―dijo la muchacha, con especial sorna en la última palabra.
Pero el joven no estaba como para escuchar lo que la malhumorada chica le decía. A los pocos segundos de sentir la picada, una sensación de mareo ―especialmente parecida a la primera vez que su alergia al excremento de animal hizo acto de aparición― le invadió por completo. Cayó de rodillas, ante la repentinamente asustada de Bianca, que rápidamente se arrodilló a su lado parloteando cosas que el pobre no entendía al escuchar su voz demasiado lejana, tomando en cuenta que estaban a menos de un metro de distancia. Lo último que recordaba de ese momento era la mirada preocupada de la joven, viendo todo lo demás demasiado borroso como para poder describirlo.
Últimamente sentía que se desmayaba demasiado seguido. Movió levemente sus manos, aliviado al darse cuenta de que esa vez no estaba encadenado a una pared. En todo caso, la cabeza le dolía demasiado como para querer hacer algo productivo; así que optó por quedarse tirado un rato más, al menos hasta que el dolor disminuyese.
Abrió levemente los ojos, entreteniéndose con el movimiento que hacía el celeste pasto frente a él al ser mecido por el viento. Aquello le recordaba a aquellos días de su niñez, en los que no lo perseguían para asesinarlo y podía tirarse en el pasto a ver las amarillas nubes surcando el rosáceo cielo con tranquilidad. Ah, que tiempos tan hermosos… …
Momento.
―¿¡Pero qué… ―trató de incorporarse al notar la incoherencia que se mostraba frente a sus ojos, pero las pisadas que sintió sobre su pobre cuerpo y las punzadas de dolor que sólo podía describir como costillas rotas le disuadieron de hacerlo.
No fue sino hasta ese momento que se percató del sonido característico de los cascos de un caballo al trotar a muy, pero muy pocos centímetros de distancia. Sobra decir que ya se había dado cuenta de quién era el culpable de la fractura de tres cuartos de sus costillas.
―¿Uh? ―Una voz femenina se alzó entre sus quejidos de dolor―. ¿No escuchas algo, encanto?
―¿A qué te refieres? ―Otra voz, esta vez masculina, se escuchó con claridad.
―Bueno, oí algo crujir… ―«Mis costillas, gracias por notarlo» pensó Jack, aún demasiado adolorido como para decir eso en voz alta―. Y oigo soniditos de dolor.
Ambas personas voltearon de forma perfectamente sincronizada sus cabezas, encontrándose con nuestro protagonista, que trataba de lidiar con sus aparentemente rotos huesos.
―¿Un niño? ―murmuró el hombre, un tanto asombrado.
―¡Lo arrollaste! ―exclamó lo obvio su acompañante, apuntándole con el dedo índice de forma acusadora.
―¡No fue mi intención, lo juro!
Nuestro ―ni siquiera tenía ganas de negar que lo era― maltrecho príncipe hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar su cabeza y poder ver a sus agresores pasivos.
Montados encima de un unicornio ―estaba tan aturdido que la criatura mitológica no le pareció tan extraña en el momento―, un muchacho de cabello castaño y una muchacha rubia mantenían su pequeña pelea, ella acusándolo de violencia injustificada y él defendiéndose de los cargos. Él iba ataviado con una brillante armadura plateada, mientras que ella mostraba un largo vestido rojo con detalles dorados. Los tres, unicornio incluido, eran rodeados por un extraño aura que cambiaba de color en un parpadeo, dando la sensación de que tenían un arcoíris incesante pegado.
En pocas palabras, aquellos tipos parecían sacados de un libro de cuentos infantiles, o de un baile real promedio en el castillo.
«Esto es demasiado, incluso para un cuento de hadas.»
―Eh… Disculpen ―la pareja dejó su discusión para prestar atención al joven―, ¿Podrían decirme dónde estoy?... De hecho, ¿Dónde están Bianca y Jasper?
―¿Conocemos a alguna Bianca? ―le preguntó la joven de ojos avellana a su compañero.
―No que yo recuerde. Y de hecho, creo que tampoco conocemos a ningún Jasper ―respondió este, encogiéndose de hombros.
―Vale, no los conocen. ¿Podrían entonces decirme dónde estoy?
―Oh, eso es más sencillo ―dijo la mujer rubia, pasando una mano por su rubia (y corta) cabellera. Jack vio alucinado como un brillo antinatural salió de los mechones de cabello tras la acicalada―. Estamos en el Mundo Interior.
―Dícese ―tomó la palabra el muchacho, al ver la incomprensión en el rostro del adolescente― del lugar al que una persona entra de forma directa o indirecta cuando quiere desconectarse de la realidad, o cuando piensa algo demasiado detenidamente.
Minuto de silencio.
―Aaaahm… ―Sobra decir que no había entendido absolutamente nada, pero mejor fingir que sí entendía: igual y el dúo desconocido lo arrollaba nuevo y destruían las costillas que le quedaban por su ignorancia.
―Claro que también pueden existir causas externas menos profundas, pero no suelen ser muy comunes ―agregó el castaño.
―¿Sabes cómo has llegado aquí, niño? ―inquirió la mujer, con tranquilidad.
―Bueno, yo…
Lo meditó por un momento. Entró a un bosque oscuro y lúgubre con sus dos compañeros, escuchó un zumbido incesante, mantuvo una conversación corta de menos de diez minutos, Jasper se desmayó, sintió una picada, se desmayó también… y ahí estaba. A decir verdad, no tenía ni idea de cómo había llegado allí, no encontraba nada extraño en la escena.
―Supongo que pensé algo demasiado detenidamente ―supuso―, o quizás no lo hice lo suficiente y mi cerebro decidió hacer que me desmayara, a ver si aquí conseguía la respuesta.
―¿Qué respuesta buscas? ―preguntó la pareja al unísono, repentinamente interesada. Ambos se movieron hacia delante todo lo que pudieron (que tampoco era cosa de caerse del unicornio), para no perder detalle.
―Yo… ―Dudó nuevamente―. No lo sé. Creo que ese es el problema: no sé qué deberíamos hacer ahora. Escapamos de los Drastals, vale ―los mayores intercambiaron miradas, aunque el joven no pudo deducir que querían decirse―, ¿Pero ahora qué?
No le preocupaba contarle sus problemas a la pareja desconocida. Después de todo, empezaba a estar muy seguro de que ambos eran un simple producto de sus extrañas alucinaciones. Estos, ajenos a los pensamientos del chico, siguieron intercambiando miradas, casi como si estuvieran comunicándose por telepatía. Finalmente, la mujer desvió su mirada hacia nuestro confundido protagonista.
―Bueno, chiquillo, creo puedo ayudarte con eso. Tan sólo permíteme un momento…
Y llevó ambas manos a la llave que tenía colgando de su cuello, de la cual Jack no se había percatado al estar demasiado concentrado tratando de averiguar de dónde provenía el aura multicolor que rodeaba a los singulares personajes ―demasiado vistosa como para poder ignorarla―. Esta era adornada por diversos engranajes dorados y plateados, y por un lado de ella sobresalían dos pequeñas alas metálicas plateadas. De un momento a otro, la llave empezó a brillar y los engranajes comenzaron a moverse; todo esto ante la mirada de “mis alucinaciones empiezan a ser preocupantes” del príncipe y la de “es normal, relájate” del tipo desconocido.
―A ver, presta atención ―ordenó la rubia, parpadeando varias veces con rostro de incomodidad. Bien no había empezado a hablar cuando los engranajes dejaron de girar y la llave volvió a su estado original―. Te encontrarás con un mocoso pelirrojo en Osilon. Salva su pellejo y quizás suelte la sopa.
―¿Eh? ―Vale, ¿y ahora de qué hablaba?
―Ya te lo dije, no pienso repetirlo ―sentenció, cruzándose de brazos. Ladeó su cabeza para mirar a su compañero―. Pastelito ―llamó, absteniéndose de usar un tono meloso―, devuélvelo a la realidad.
―¡Hecho! ―aceptó alegre el muchacho, bajando del unicornio de un salto. Se acercó a nuestro golpeado protagonista, se agachó a su lado (dado que aún estaba tirado en el suelo, pese a haber dejado de sentir los trocitos de costilla paseando por el interior de su cuerpo), y alzó su puño.
Golpe seco. Vio todo negro… otra vez.
Jack tenía todo el cuerpo entumecido, y los párpados le pesaban como plomo. Sentía que flotaba en una negrura insoldable, arrullado por un extraño murmullo, una voz que se escuchaba demasiado lejana como para saber quién era o lo que decía…
Pero a Jack no le preocupaba el murmullo, no le preocupaba la oscuridad, ni lo que fuera a pasar. Por primera vez, desde que dejó su casa, se sentía tranquilo y en paz.
En paz… ¿Estaría muerto? ¿Sería esa negrura en la que volaba el vacío que viene después del final?
No, no estaba muerto. Estaba respirando, y los muertos no respiran ¿Verdad?
Pero, si no estaba muerto ¿Dónde estaba, entonces?
Trató de recordar lo que había pasado, aunque no tenía mucho sentido: Pasto azul, un unicornio, un aura multicolor, una llave con alas…Mejor se concentraba en lo que había ocurrido antes, y dejaba la locura alucinante para después.
Los Drastrals. Habían escapado de los Drastrals, se habían internado en el bosque…
¡El Bosque! Eso era, estaba en el bosque. Tenía que despertar. Los Drastrals no tardarían en saber que seguían con vida. Tenían que seguir adelante.
Tan pronto este pensamiento llegó a su cabeza. Sintió como poco a poco recuperaba la movilidad de los músculos, acompañada con un extraño hormigueo en todo el cuerpo. El césped, debajo de él, tenía una textura extraña, era liso y uniforme. Como…como una tela.
Aún podía escuchar aquel lejano murmullo. Solo que ya no era lejano, las voces se encontraban cerca de él, y las entendía con toda claridad.
-… ¿Crees que sobreviva?-preguntó una voz de mujer.
-Solo se rompió las costillas, estará bien- alegó una voz masculina, más relajada.
- ¿Cómo se habrá hecho semejante herida? Parece que le hubiera pasado un caballo por encima.
-…Un unicornio-murmuró Jack, que se sorprendió de lo ronca y débil que sonaba su voz.
Las dos voces se callaron.
-¿Jack? –Preguntó Bianca- Me pareció oírlo decir algo.
¡Bianca! Las personas que hablaban no eran otras que Jasper y Bianca.
Abrió los ojos de golpe, y un sol abrazador lo dejó viendo puntitos de colores. Volvió a cerrar los ojos, murmurando algo ininteligible.
Un segundo… ¿El sol? ¿Qué no estaban dentro de un bosque tan espeso que no se veía el cielo? ¿Estaba alucinando de nuevo?
Volvió a abrir los ojos, esta vez con más cautela. Cuando se hubo acostumbrado a la luz, fue capaz de ver donde se encontraba… Y no era el bosque.
Estaba en una cabaña pequeña, de una sola estancia. Los rayos de luz que lo habían cegado llegaban a él desde de la ventana, a su derecha.
Yacía en una mullida cama. Alguien le había puesto una frazada encima y, a juzgar por la presión que sentía en sus costillas y la ausencia total de dolor, también le habían vendado el pecho.
-¿Todo bien, compañero?-preguntó Jasper, esbozando una gran sonrisa.
- ¿Jasper? ¿Qué pasó? ¿No estábamos en el…?
-Te has perdido muchas cosas- interrumpió él rubio.
-¡Al fin despiertas!- dijo una tercera voz, una voz femenina- ¡Creí que tendríamos que echarte agua!
Oz se sentó en la cama, sintiendo su pecho como una tabla recta y acartonada, y observó a la mujer que le hablaba. Era una anciana, de unos setenta años, probablemente, piel curtida por el sol, cabello gris lacio en una coleta y ropa de leñadora (camisa a cuadros, pantalones rotos). Tenía otro rasgo, que era el que más la diferenciaba: En sus ojos brillaba una voluntad indomable, y daba la impresión, con solo mirarla, que ni un meteorito podría acabar con ella.
La anciana puso frente a él una bandeja con un vaso de leche, tres rebanadas de pan, y un pedazo de queso.
-¡Debes de estar muriéndote de hambre!- dijo, sonriendo amablemente.
En ese momento el muchacho se dio cuenta de que, en verdad, se estaba muriendo de hambre, y no era capaz de recordar la última vez que había comido…
-Muchas gracias- dijo, atragantándose con el pan- No quiero sonar grosero, pero ¿Quién es usted?- preguntó, después de haber tragado casi la mitad de la comida.
La anciana sonrió, dejando ver que le faltaban algunos dientes.
-Soy Úrsula Bates, pero todos me dicen Ury.
-La “indestructible” Ury Bates- corrigió Jasper.
-¡Jazz, deja tus tonterías!- lo reprimió Ury, sonriendo. “Jazz” le devolvió la sonrisa.
-Es mi abuela- explicó al confundido protagonista.
-Es un placer conocerla señora Bates…
-Ya te dije, todos me dicen Ury.
-Ury- corrigió Jack- pero ¿Cómo llegamos aquí?
-¿No recuerdas nada? –preguntó Bianca, enarcando las cejas.
-Recuerdo estar en el bosque, y luego un zumbido molesto. Y después un unicornio me pasó por encima…
Jasper y Ury reventaron a reír. Bianca, por primera vez desde que Jack la conocía, sonrió. No una sonrisa sarcástica, como el resto de su personalidad, sino una sonrisa de verdad, una que iluminó todo su rostro, y le desprendió un brillo cautivador de los ojos…
Pero solo Jack pareció darse cuenta de esto.
-Ratricoavispas Atlancanticas de alas blancas -explicó la anciana- Famosas por causar alucinaciones…
-Una alucinación que me rompió las costillas- replicó el muchacho, tratando de memorizar el nombre que la anciana le había dado al zumbido.
-Debiste de golpearte contra un árbol o algo así- aventuró Bianca.
-¡No! ¡Fue un unicornio, yo lo vi! ¡Y también la pareja…!
-¿Quiénes? –preguntó Jasper, comprensivo.
-Eran dos, y estaban montados sobre el unicornio, y hablaban como si hubieran tomado demasiada poción de margaritas dulces…
-Me parece que necesita descansar un poco más - indicó Ury- Todavía tiene la cabeza revuelta- y sin más, obligó a nuestro protagonista a recostarse en la almohada, y volvió a cubrirlo con la manta- ¿Qué están esperando? ¡Váyanse, déjenlo dormir! ¡Me apuesto la vida a que su cháchara fue la que lo despertó!
-Abuela, ya nadie dice “cháchara”- replicó Jasper, en broma.
-Si hay alguien, yo- objetó la mujer, tirándolo del brazo y haciéndolo levantarse de la silla.
-Vale- dijo Bianca, poniéndose en pie- Ya nos vamos. Jazz, muévete. Adiós, Jack
-Dulces sueños, compañero.
-Descansa, alteza- se burló Bianca.
-Ya fue suficiente despedida ¡No se va a morir, niña! –dijo la abuela de Jasper, empujándolos a los dos fuera de la cabaña.
Solo, nuestro protagonista cerró los ojos, tratando de armar las piezas del enorme rompecabezas que tenía frente a él.
¿Cómo habían terminado en aquella acogedora cabaña, si hace unos minutos habían estado corriendo por sus vidas en el bosque?
Bien, lo sabría cuando despertara, y los párpados ya estaban comenzando a pesarle de nuevo.
¿En verdad esas personas habían sido producto de su imaginación? Bueno… No podría decirse que las había visto en el más lógico de los escenarios, pero se había sentido tan real.
“Te encontrarás con un mocoso pelirrojo en Osilon. Salva su pellejo y quizás suelte la sopa.”
¿Qué demonios había querido aquella mujer decir con eso? Quizás Jack había tenido razón, y sus extraños atacantes habían tomado demasiada poción de margaritas azules. O quizás “la invencible” Ury había tenido razón, y eso era un hecho aislado producto de un alucinógeno y que no tenía nada que ver con su aventura.
Tengo que preguntarle cómo se ganó el mote, pensó Jack, mientras se sumergía en la inconsciencia.
¿Cómo habían terminado en aquella acogedora cabaña, si hace unos minutos habían estado corriendo por sus vidas en el bosque?
Bien, lo sabría cuando despertara, y los párpados ya estaban comenzando a pesarle de nuevo.
¿En verdad esas personas habían sido producto de su imaginación? Bueno… No podría decirse que las había visto en el más lógico de los escenarios, pero se había sentido tan real.
“Te encontrarás con un mocoso pelirrojo en Osilon. Salva su pellejo y quizás suelte la sopa.”
¿Qué demonios había querido aquella mujer decir con eso? Quizás Jack había tenido razón, y sus extraños atacantes habían tomado demasiada poción de margaritas azules. O quizás “la invencible” Ury había tenido razón, y eso era un hecho aislado producto de un alucinógeno y que no tenía nada que ver con su aventura.
Tengo que preguntarle cómo se ganó el mote, pensó Jack, mientras se sumergía en la inconsciencia.
Pronto el capítulo 4!
Atentamente,
S.C. (co-bloggeando con KyokoD)
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