"No se puede huir de los problemas, al igual que no podemos deshacernos de nuestra propia sombra."
Marcia Grad. Del libro: La princesa que creía en cuentos de hadas.
Aceptémoslo, todos, en algún momento de nuestras vidas, huímos de nuestros problemas. Los atrasamos, con la excusa de que no es el momento para resolverlos, o simplemente los negamos de pleno, esperando que en algún momento desaparezcan, como las cucarachas que entran a mi habitación. Procrastinamos, nos quejamos, los olvidamos... Y no nos damos cuenta de que ellos siguen allí, esperándonos, y de que quizás, en un futuro, cuando queramos ocuparnos de ellos, ya será demasiado tarde.
La vida está hecha de problemas, del principio al fin, y la triste verdad es que con el paso de los años, en vez de aprender a resolverlos, aprendemos a escapar de ellos.
De niños somos más temerarios: ¿No podemos caminar? Gateamos, porque ni el monstruo bajo la cuna iba a evitar que conociéramos el brillante mundo que nos aguardaba. ¿No podíamos hablar? Gritábamos, hacíamos señas, y hasta golpeábamos con tal de que nos prestaran atención.
Aprendimos a leer, a escribir y a levantarnos cuando nos caíamos en el parque y nos raspábamos las rodillas. Dejamos los pañales, nos volvimos niños grandes, y con ello, se acabaron los días de sonreírle a los problemas.
Aunque claro, de niños teníamos personas que resolvieran las grandes dificultades por nosotros: Nuestros padres. Ellos hacían todo lo que nosotros no podíamos hacer, y el mundo se convirtió en una burbuja rosa donde todo estaba bien y no había nada de que preocuparse.
Crecimos otra vez, y ahora no todo es tan sencillo. No nos han abandonado, pero esperan que seamos capaces de resolver las cosas por nosotros mismos... O, mejor dicho, NOSOTROS, esperamos ser capaces de resolver las cosas a nuestra manera. Ya somos grandes ¿no? debería ser fácil.
Pero no lo es. No hemos aprendido nada. Ni enfrentamos los problemas, ni pedimos ayuda, sólo dejamos que pasen, ignorando su existencia en silencio, como si de esa manera pudieran alejarse de nuestra burbuja al borde de la explosión.
Si, como dije, todos, incluída su servidora, huímos de la realidad. Desde fingirte enferma para escapar de la clase de piano cuando no has practicado nada, hasta postergar el decirle a tus padres que piensas llamar a una editorial, todos dejamos para mañana lo que bien podríamos hacer hoy.
Y mañana será para la semana próxima, y la semana próxima será para la que sigue, y la que sigue, y el mes que sigue... Y ustedes entienden.
Pero a veces no huímos solamente de los problemas, sino de las oportunidades: Se nos presenta un pequeño desafío en el camino que podría llevarnos a cumplir nuestro sueño, o cambiar nuestra vida para siempre, y corremos en el sentido contrario. Queremos hacer algo, y al ponerse la cosa dificil, nos ahogamos en el mar de la negación. Es imposible, no se puede, no nací para eso... Y en eso se nos va la vida, y cuando llegamos al final, son miles las cosas que quisimos hacer y no hicimos por miedo al fracaso.
Repito, la vida está llena de dificultades, el que venga y se vaya del mundo sin ningún problema es porque no ha vivido. Pero hay que aprender a enfrentarlas, a luchar, no a huír de ellas. Porque en un futuro, cuando miremos hacia atrás, y veamos todo lo que hemos superado, todas las cosas que hemos hecho, que en un momento nos parecieron imposibles, sabremos que lo hemos hecho bien. Quizás el mundo está repleto de problemas, porque no hay nada mejor que la felicidad que llega una vez los superas. Créanme, que es el mejor sentimiento del mundo.
Sin más nada que decir, busca su espada y su escudo...
S.C. (co-bloggeando con KyokoD y Limón)